Como ya sé de antemano
que no voy a lograr seducir al profesor -haciendo uso de algo que yace en mi
subconsciente y se llama relación del hombre medieval con el mundo divino
determinado-, intentaré al menos acercarme gnoseológicamente al mundo actual y
trataré de comprender por qué siempre me aseguró que soy tan weberiana y no tan
marxista como suponía (de ahí que, por supuesto, tenga necesariamente que
hablar de política, de Estado, de poder….que siempre están, aunque alguien crea
que los puede dejar fuera).
Si comienzo la lectura
por Una gnoseología para la política,
del volumen que ´traduce´ a Gramsci –precisamente escrito por el incautivable profesor- el hombre es
única y exclusivamente lo que los objetos que lo rodean lo hacen ser.[1]
¿Tendría que conformarme con tal verdad materialista o aceptar que en realidad
no soy tan marxista?
Pero no podemos dejar
una frase fuera de su contexto. Habría que decir que tal sentencia forma parte
de un recorrido que se hace en el artículo sobre el materialismo, y sobre las
relaciones del hombre con su mundo previas a este. De ahí que sea parte
esencial de la filosofía moderna la relación sujeto-objeto, como reto además
para la filosofía del gran Marx. Ante tal
circunstancia, me puedo declarar entonces ´moderna´, porque soy un sujeto que
existe que produce activamente objetos, y ellos existen gracias a mí, que los
creo.
“La teoría
materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la
educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de
circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los
hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el
propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división
de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad”.
La sociedad necesita entenderse en todas sus dimensiones, desde todos sus
ángulos… es la única manera de llegar a la realidad más cercana del ser humano
como ente que forma parte de ella, que la estructura y la modifica. No
comprenderlo así sería, como ha sucedido, un determinismo que contradice la
dialéctica marxista.
Y aunque no esté
facultada para hablar con profundidad al respecto, hago mías las palabras de
que todos los hombres somos filósofos espontáneos, en la medida que somos
capaces de preguntarnos sobre la realidad y tratamos de entenderla, aunque no
nos dediquemos a la filosofía. Como leyese una vez –en El mundo de Sofía- un filósofo lo que nunca puede perder es su
capacidad de asombro, y por ahí va también la idea de que cada quien puede
pensarse su mundo.
Immanuel Kant, como iniciador
de la filosofía clásica alemana, consideraba que existen estructuras que
condicionan la actividad cognoscitiva del sujeto, y estas son inmanentes a su
propia constitución. En ese sentido, aportó el hecho de que la reflexión
filosófica pasase del objeto al sujeto y
debía “centrarse en el estudio de las condiciones de posibilidad de la actividad
gnoseológica del sujeto. La filosofía habría de ser concebida a partir de ahora
como teoría crítica sobre el sujeto y la subjetividad.”[2]
Partimos entonces de
que la gnoseología, como estudio filosófico del problema y los problemas del conocimiento, no
puede desligarse de la política. Ya el propio Lenin hablaba de la necesidad de
la teoría para la construcción del socialismo; y la violación de la dialéctica
del conocimiento, de la praxis científica de la que habló Marx, trajeron
consigo dogmatismo que echó por tierra el sueño del comunismo en el poder.
No se
puede hacer política sin una base filosófica clara, sin un acumulado de saberes
que te permitan establecer el camino o conducir a las masas al sitio donde se
quiere. Un ignorante no puede dominar, porque sin base de conocimiento, solo
impone, no conduce, no puede establecer una hegemonía, sino una cadena de
imposiciones que a la larga dan al traste
con su proyecto.
Es por ello que la
acción integradora y transformadora del
hombre era un elemento que Marx resaltaba y que Gramsci retomó como vital. Ya
se expresa en el texto, que la reconstrucción
del pensamiento de Marx como teoría de y para la revolución significaba
necesariamente tener en cuenta el aporte de la filosofía clásica alemana, y la
repercusión de esta para la propia comprensión de la teoría y de su relación
con la realidad.
Pero podemos
detenernos en otra de las ideas del artículo:¿ Será cierto que los hechos
siempre mienten, como decía Horkheimer?[3]
No lo creo. No se trata de invalidar lo empírico, sino de comprender que el
acto de pensar, de crear teóricamente lleva un proceso mucho más complejo que
captar sensorialmente la realidad. Imaginar. Soñar. Concebir. Cuando el ser
humano es capaz de alimentar, organizar, estructurar incluso hasta lo
desconocido en busca de un ideal de sociedad, estamos ante una obra creadora,
ante una hechura de teoría necesaria que pueda edificar los pilares concretos de una sociedad. Sí es
necesaria, es imprescindible la gnoseología, -entendida como teoría del
conocimiento y abarcadora de los conocimientos posibles- para la política. El
saber empírico es importante pero insuficiente
para los llamados empeños superiores.
Ya escribió Gramsci que sin la actividad del hombre, creadora de
todos los valores incluso científicos, ¿Qué sería la <objetividad>. …Para
el materialismo histórico no se pueden separar el pensar del ser, el hombre de
la naturaleza, la actividad (historia) de la materia, el sujeto del objeto; si
se hace esta separación se cae en el parloteo, en la abstracción sin sentido”. En esa
reflexión, se le otorga, por supuesto el valor que le corresponde al referente
material en la vida humana, pero siempre con esa modernísima relación de sujeto-objeto.
Gramsci interpretó
a Marx en sus Cuadernos de la
Cárcel con la filosofía de la praxis como
código para mencionar al marxismo sin que sus carceleros se dieran cuenta; y
ello fue indispensable para la izquierda mundial que necesitó referentes luego
de la caída del campo socialista y en Gramsci precisamente encontró una manera
crítica de acabar con dogmas. Por tanto, interpretar a Gramcsi desde estos días
es la nueva mirada con nuevos contextos pero siempre dando crédito a la validez
de sus aportes en la filosofía de la praxis, en esa mezcla inseparable entre
teoría y práctica para la aplicación del marxismo en la sociedad.
Trasciende además, el hecho de saber
lo que se conoce, cómo se conoce y así se supera la visión simplista del
conocimiento como mero reflejo de la realidad. A cada paso se descubre la
necesidad de una gnoseología y una
analítica que permitan distinguir entre sujetos empíricos y subjetividad
histórica.
En este momento fue que dejé de ser
una realista ingenua, cuando la comprensión del nuevo materialismo práctico
enarbolado por Gramsci resultó imprescindible para superar el economicismo y
mecanicismo que caracterizaron al comunismo o al socialismo durante su puesta
en práctica. Se entiende el conocimiento
científico con un carácter activo que reafirma el papel activo del sujeto
cognoscente, aunque ello no signifique que todo el mundo exterior haya sido
creado por el ser humano. Es por ello que
el estudio de la gnoseología, escasísimo en las universidades nuestras,
sea eficaz para diagnosticar sobre la complejidad de las dinámicas
institucionales escolares, se hace necesario abordar esta complejidad desde una
pluralidad de saberes científicos que den al objeto la mayor cantidad de
miradas posibles y ello implica los ‘enfoques interdisciplinarios’.
Ni escéptica, ni dogmática, ni
religiosa… Estas son mis impresiones, sin demasiadas citas, con el intento de
interpretar un mundo
racional y objetivo, pero donde lo subjetivo del ser humano sigue siendo el motor que transforma y genera nuevos
marcos teóricos.
Será así que podré declararme aprobada
en la asignatura de la vida o suspensa en un crédito, pero sin
dudas al final de este viaje tednré que recordar el nombre del profesor que nos
recordó los malos maestros que tuvimos de física y química en el
preuniversitario, o lo malos alumnos que fuimos; y que aunque me haya catalogado como realista ingenua y
weberiana, puedo declararme al menos una seguidora ferviente del marxismo donde las ideas se mueven y donde
el dogma murió y donde Marx puede ver su teoría interpretada a la luz de nuevos
tiempos y con mejores planes futuros.
¿El nombre del profesor que me recordó cómo es
la refracción de la luz, por qué existen los colores y cómo todos dejamos que
el Estado duerma en medio de nuestras camas luego del matrimonio, y cuando en
el deporte tiene que intervenir una ley estatal que lo regule….? Jorge Luis
Acanda, el dueño de las clases donde teoría, política y poder se comen, se beben
y se revelan racionales hasta la mismísima médula.
Parece enredado, pero él lo logra....¿cómo? No lo sé... Ha sido, sencillamente, delicioso conocerle.