miércoles, 5 de febrero de 2014

Iglesia, choteo y nación... ¿hasta en la manigua?


En busca de temas para un posible sobre lo que aprendí de historia de la Iglesia Católica en Cuba, en siglos fundacionales de la nación, lo cierto es que lo menos que esperé fue encontrar también la dosis de choteo que acompaña de igual forma a nuestra identidad. Se devela entonces poco conocido y muy interesante desentrañar la mística que se vivía en la manigua mambí y cómo siempre lo cubano –desde su consolidación como cultura- tuvo implícito el choteo para sortear los momentos difíciles, salvando las vallas de temas políticos, económicos y hasta religiosos.

Es así que el texto Iglesia y Nación (1868-1898)[1], nos trae el llamado “Catecismo mambí”, un credo que a decir de Rigoberto Segreo, es “una parodia del credo católico, elaborado durante la Guerra de los Diez Años” y que “pone en evidencia la laxitud con que se asumía la religión católica en las filas  insurrectas”.
Creo en Dios padre insurrecto, todo poderoso, creador del monte Manigua; creo en el Mambí, su único hijo, que fue concebido por obra y gracia  de la Revolución; nació de Santa América virgen; padeció bajo el poder de Poncio Español; fue crucificado, muerto y sepultado, al tercer siglo resucitado en la Sabana de Yara; pasó por Camagüey, subió a Las Villas, y está sentado a la diestra del Capitán General; desde allí ha de ir a la Habana, a matar a los vivos y vengar a los muertos; creo en la Cámara de Representantes, en el Presidente de la República y en el Ejército Libertador; creo en la Santa Tea revolucionaria, en la comunión de los Mambises, en la resurrección de Cuba y en la vida perdurable. Amén.
En la obra de Segreo, se apunta que este texto es reproducido por Emilio Bacardí en Crónicas de Santiago de Cuba, en 1923, y el propio Bacardí lo ubica en marzo de 1876, en plena Guerra Grande. Cuando se lee esta parodia del credo de la Iglesia católica, se denota además profundidad y conciencia en lo que se ha escrito, porque el buen humor cubano ha llevado siempre una carga semántica intencional.
Es así que no podríamos dejar de ver el contenido de este “credo” sin analizar al menos brevemente su propósito. El uso de vocablos como Mambí, Manigua, Santa Tea en mayúscula, denota lo sagrado de esos términos para ellos, así como Revolución  y la denominación de la Santa América virgen.
No hay mayor muestra de arraigo a la tierra, de compromiso, de sentimiento nacional, que leer esos versos que son una declaración de fe a los tiempos nuevos, a lo necesario del cambio para los fieles que también existían de este lado del mundo y exigían ser dueños de su futuro.
Este es un credo revolucionario por cuanto representa el sentir de los hombres que estaban en la manigua y que no querían ridiculizar la bondad de Dios, sino luchar por que ella fuera real en el mundo “prometido”. Quizás no todos allí hayan aprendido ese Credo, pero el solo hecho de su existencia, de su invocación a la fe revolucionaria por encima de la pacífica, denota la decisión de una generación que apostaba todo al futuro, sin excluir la fe -pero sin ataduras a los rigores de la institución religiosa que representaba al poder colonial-.
También, citado por el mismo autor, podemos encontrar otro escrito que invoca a Dios desde la perspectiva de la manigua, en la que se satiriza al español, pero siempre  aludiendo a lo religioso. Entonces cabe preguntarse: ¿estaba la religión católica fuera de la manigua, o simplemente estaba pero con la mirada de los nuevos tiempos?
“Señor mío, mambisito, Dios y hombre verdadero, señor y vencedor mío, por ser vos quien sois, porque os amo y respeto sobre todas las cosas; por ser yo español  cobarde y asesino; me pesa de todo corazón haber robado vuestra hacienda, violado vuestras mujeres y asesinado y matado vuestros ancianos; y propongo firmemente nunca más seguir mis instintos de fiera y apartarme de todas las ocasiones que me hagan pecar, prometo cumplir la penitencia que me fuere impuesta; restituir y satisfacer todo lo que he cogido contra la voluntad de su dueño; besar y adorar las heridas de vuestras manos ensangrentadas y de vuestros preciosísimos pies; y os ruego que me dejes perseveraren el oficio que antes tenía, en la bodega vendiendo tabaco detrás del mostrador, por todos los siglos de los siglos. Amén.”[2]
La sátira al español, al que combate a los insurrectos, está clara, pero  está hecha con voz de oración, con palabras de fe y con invocaciones a lo divino. Por tanto, ni siquiera en medio de lo que pudo haber sido un simple choteo al adversario, queda fuera el tema religioso en la manigua cubana del 68.
Por eso estudiar lo cubano, tan peculiar como complejo, permite descubrir la extraña y a veces rechazada mezcla de catolicismo y choteo en plena carga al machete.

Un tópico referencial sobre el tema
Aunque se ha escrito sobre si los cubanos en la manigua estaban contra la religión católica y este Catecismo pudiera ser enarbolado como prueba de ello –al constituir una burla a los santos poderes de Dios- lo cierto es que lo rechazado era la institución como “colega” del poder colonial y no precisamente la fe.  Los cubanos, independientemente de que muchos en los campos no conocieron la liturgia de una misa o lo fastuoso de alguna catedral, tenían su credo; un credo basado en la esencia de los valores de lo cristiano y soportado o reflejado en las imágenes de los santos europeos o bien en los traídos de África -que se mezclaron con los ibéricos-.  Pero no se puede afirmar ni negar en lo absoluto la presencia de lo religioso en la formación de la nación cubana, aunque la iglesia como institución haya negado con posiciones conservadoras o reaccionarias los empujes de una revolución.
Y es que en un contexto donde la mayoría de los sacerdotes provenían de España, no podían menos que defender su parte: no podía un español defender lo cubano; como no podía una institución con bienes o intereses ir en contra del poder colonial a menos que este le perjudicase.
El enfrentamiento estaba planteado con los representantes de un poder y no con la fe. Cuando se analiza el contenido del Catecismo Mambí, se percibe la presencia de vocablos que tienen implícita la rebeldía sin abandonar la creencia, porque el solo hecho de que exista un credo, sea o no una versión, es señal de que se cree, de que existe una fe también entre los mambises, aunque marcada por las circunstancias.
Desde el punto de vista ético, existía una espiritualidad formada en muchos casos por los principios del cristianismo, de sus bases. Es así que, a pesar de que algunas miradas no coloquen a la Iglesia como parte de la formación de nuestra nacionalidad, lo cierto es que convivió y también creció a la par de los convulsos tiempos en que se gestó la nación.
La imagen de un catolicismo totalmente desvalorizado en el campo insurrecto no parece ser la mejor aproximación al universo espiritual del mambí, incluso cuando reconozcamos el carácter liberal y laico de la República en Armas.”[3] Y esta afirmación tiene que ver sin dudas con lo antes expuesto, sobre todo porque es preciso tener en cuenta las condiciones de la Iglesia Católica como institución al comenzar la Guerra de los Diez Años.
Para ello hay que comprender la influencia y la fuerza del pensamiento liberal en Cuba desde mediados del siglo XIX, lo cual también implicaba un desmontaje del aparato del poder establecido, y en ello iba incluida la Iglesia. Pero una cosa es el carácter anticlerical que pudieran tener los insurrectos y la otra bien distinta lo es el antirreligioso. La Iglesia cubana estaba dominada por un clero de origen español, cuya incondicionalidad política al poder colonial no admitía discusión  y que estaba incapacitada, pues, para congeniar intereses con los independentistas.
El cubano cree, siempre ha creído, pero muy a su manera. Es frecuente escuchar en nuestro país que “solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena”, porque aunque siempre han existido fieles a las misas, los hay que no visitan santuarios, pero acuden a la fe en circunstancias extremas. Y ello ocurre desde hace mucho tiempo, y tiene que ver precisamente con el papel jugado por la iglesia católica en el desarrollo y la consolidación de la nación.
No podría comprenderse la lógica del comportamiento de la Iglesia en Cuba durante la Guerra de los Diez Años sin considerar cuánto caló en la institución la política anticlerical del liberalismo español. La Iglesia fue muy disminuida como poder económico, hasta el punto de que el clero y el culto pasaron  a ser sufragados por el erario.[4]
Lo cierto es que las propias contradicciones surgidas entre la institución y el régimen, debido a la resistencia al Vicerreal Patronato, impidieron también que la iglesia se “entregara” de la manera más eficiente para colaborar contra los independentistas. No obstante, siempre estaba presente su fidelidad a España por razones obvias de identificación.
Mientras todo esto sucedía, la manigua crecía como espacio donde lo cubano pujaba por la redención, y allí crecía también el humor criollo, que era utilizado como válvula de escape para enfrentar las contingencias de la vida. Así surgían desde un piropo, un chiste de corte político...cualquier burla de la situación que les permitiera sobrellevar sus momentos, y fuera de eso no quedaban ni los mismísimos santos.
La profesora universitaria Elizabeth Loyda, en un artículo llamado El choteo cubano, patrimonio vivo de la nación, analizó, a partir del clásico de Jorge Mañach Indagación al choteo,  este signo como parte de la identidad cubana que devino capacidad de respuesta determinadas circunstancias. De esa manera, se presenta al choteo en la psicología social del cubano, como vía de expresión de juicios de valor, y se denota sus potencialidades para romper tensiones. Sin embargo, es válido retomar el señalamiento que realiza Loyda, cuando destaca que el choteo cubano es también el resultado de una herencia étnica hispana, -sobre todo del sur de Andalucía- y de culturas africanas como la bantú y yoruba.
 Marcelo Pogolotti, en su obra La República de Cuba al través de sus escritores, ofrece aspectos de nuestra idiosincrasia, y pone como ejemplo la obra de Jorge Mañach sobre el choteo. periodista Jorge Mañach, y expone:
El choteo, empieza diciendo, cosa familiar menuda y festiva, es una forma de relación que consideramos típicamente cubana… fenómeno psicosocial tan lamentado… Luego se refiere a la definición del hombre de la calle, no tomar nada en serio, para fundamentar su opinión en lo tocante al carácter frívolo del choteo. Añade que es cosa habitual y sistemática en el cubano que revela una postura de constante oposicionismo, encaminada a crear ambientes de libertinaje frente a la autoridad.”[5]
Nótese entonces cómo se concibe siempre al choteo como manera de enfrentar la autoridad, y no podía entonces, al ser parte de nuestra identidad, quedarse al margen de una contienda como la Guerra de Independencia.
“En todos sus aspectos, el choteo es, como se ve, enemigo de cuanto proponga una limitación a la expansión individual. Otra cosa ocurre cuando la limitación, en vez de proponerse, se impone. Entonces, el espíritu de independencia que siempre hierve al fondo del choteo tiene dos vías de escape: o la rebeldía franca, o la adulación. Ambas son maneras de reivindicar mayor albedrío del que se tiene.”[6]
En la formación y consolidación de la nación cubana, como ya se conoce, hay mezcla de etnias con sus costumbres y religiones, y si bien existe en determinados aspectos la dominante de unas sobre otras, lo cierto es que hasta en el modo de enfrentar situaciones está implícito un legado foráneo que crece con el sello de los que asumieron la nueva manera de ver a Cuba.
“La formación del criollo, del cubano, es la de una nueva sociedad, de su economía propia, colonial, pero al mismo tiempo diferenciada y la de, en consecuencia, una sicología, un modo de ver la vida y priorizar urgencias que lentamente la va separando de España en un inicio. La presencia creciente de esclavos negros, luego de sus hijos, y el proceso de dramática y de forzada fusión que se operó en los barracones de esclavos de fincas y centrales azucareros entre diversas tradiciones y culturas africanas, y de éstas con la impuesta por los esclavistas –desde formas de producción hasta religión y lenguaje–, hicieron de las plantaciones un doble crisol que comienza a configurar el mestizaje que, con el transcurrir del tiempo (y de los siglos), caracterizaría a nuestra cultura nacional.”[7]
El nacimiento de generaciones alejadas la España a miles de kilómetros, con la complejidad de las comunicaciones de su tiempo, así como las diferentes características del modo de vida en ambos espacios, propició el surgimiento de ideas para solucionar los problemas de Cuba con determinadas particularidades. La diferencia estaba marcada, y ya no solo era el espacio, sino el tiempo que el atentaba contra la inmunidad de la cultura ibérica en la Mayor de las Antillas. Llega a emerger así lo “cubano”, tan defendido por José Antonio Saco, quien dedicó buenas parte de su vida a defender lo que sabía era único por cuanto irrepetiblemente característico de la Isla, y que había que conocer y salvaguardar.  Así, la conciencia criolla fue luego conciencia cubana, independentista, abolicionista...
Así se va planteando todo un panorama y, a medida que aumentaban las tensiones en la sociedad colonial, las relaciones entre el Vicerreal Patronato y la Iglesia fueron concebidas desde un prisma político, pues la prioridad de los colonialistas era convertir al clero en su agente ideológico frente a los cubanos “desafectos”.
Todos estos elementos, que se unen teóricamente y conforman  también lo cubano (dígase choteo y catolicismo en este caso), marcaban una actitud ante la Iglesia como institución, pero demuestran que a pesar del choteo no se combatía la fe, porque “creer” también era parte de lo cubano.
No se puede poner en duda es la presencia de religiosidad, específicamente del catolicismo en los mambises de la Guerra de los Diez Años, y ello se demuestra de muchas maneras, pero particularmente con el caso de la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba.

La Caridad y el respeto a la fe, más allá del choteo...
Según expone el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos que declara a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona  de Cuba (10 de mayo de 1919):
(…) Desde tiempo remoto, en este propio lugar, la Bienaventurada Virgen de la Caridad ha sido objeto de tan gran veneración para los católicos de Cuba que no dudaron elegirla su Celestial patrona, confiando en que la sede Apostólica confirmaría la elección. Y así, de acuerdo con los Reverendísimos Cabildos y Clero, los Prelados de todo el territorio cubano, como también los Superiores de las Órdenes Religiosas que en dicho territorio se encuentran  establecidas, el pueblo fiel y PRINCIPALMENTE LOS JEFES, VETRANOS Y SOLDADOS DEL VALEROSO EJÉRCITO DE CUBA, suplicaron a nuestro Santísimo padre Benedicto XV se dignara declarar a la Bienaventurada Madre de Dios de la Caridad, llamada “del Cobre”, Patrona PRINCIPAL DE LA República de Cuba; pidieron también que su fiesta principal se celebrase el día 8 de septiembre, con el oficio y la misa de Natividad de la Bienaventurada Virgen María, en todas las Diócesis de la Isla (...)”[8]
Aunque 1916 sea la fecha cuando se firma este documento, él mismo es el resultado de todo un proceso de fundación de culturas y de posiciones ante lo divino y real-maravilloso de nuestro continente. Así vemos como en el mismo se alude a los principales jefes de la Guerra -incluida la del 95- que reconocían en la Virgen a su protectora, manera esta de reconocer lo católico aunque hubiese posiciones encontradas con la Iglesia como institución.
Llamada por algunos como Virgen Mambisa, lo cierto es que para los conquistadores era la Virgen Trigueña a la que en más de una oportunidad se encomendaron, con lo cual podría cuestionarse entonces esa denominación. Su presencia en las plegarias de ambas partes contendientes fue un hecho, aunque también hay que resaltar que los españoles tenían en su imagen de María a la Virgen de la Covadonga como protectora. No obstante, la leyenda cubanísima de los montes identificó a la del Cobre cada vez más con los insurrectos, que la aseguraban compañera de frío y heridas, y otros aseguraban verla regresar a su santuario llena del fango de la manigua, en franco reconocimiento sus andanzas por el campo mambí.
No por gusto es hermoso saber que Carlos Manuel de Céspedes, iniciador entrañable, la llevaba consigo; Antonio Maceo la llevaba en su invasión; y para tantos otros que la vieron pelear y aparecerse con ellos  en pleno monte, o en plana carga al machete.
No se puede negar entonces lo católico de aquella generación que aunque fuera libertaria -y anticlerical en muchos de sus momentos-, no dejó de creer en sus santos redentores, no dejó de encargarles a ellos su vida y las de los suyos, en plena práctica de fe.
Es así que el choteo y lo religioso estaban presentes en la manigua. Allí, donde reventaba lo cubano por coronarse, estaban ambos aportando muy a su manera, lo identitario de una gesta que por ser fundacional, consolidó la cubanía sin desechar ninguno de sus matices.
Los mambises, en la Guerra Grande, pelearon -con machete-, creyeron -con su Patrona o sus otros santos- y rieron -del enemigo y hasta de sus propios problemas-. Fueron, así, portadores y defensores no solo de una independencia formal, sino de lo profundo que todo proceso revolucionario contiene que, en este caso, fue también lo cubano. 

 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
 1. Barnet, Astrid: El choteo cubano… por los siglos de los siglos y…, artículo consultado en internet el 10 de noviembre de 2013.http://librinsula.bnjm.cu/secciones/265/puntilla/265_puntilla_1.html

2. Matos, José A. (comp.) : La Virgen de la Caridad del Cobre. Historia y Etnografía. Fernando Ortiz, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2012.


4. Segreo Ricardo, Rigoberto: Iglesia y Nación (1868-1898), Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012.










[1]           Rigoberto Segreo Ricardo: Iglesia y Nación (1868-1898), Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012.
[2]           Rigoberto Segreo: Ob. Cit., p. 204.
[3]              Ob. cit., p. 204
[4]              Ob. cit. , p. 210
[5]              Astrid Barnet: El choteo cubano… por los siglos de los siglos y…, artículo consultado en internet el 10 de noviembre de 2013.
[6]              Ob. cit.
[7]           Ob. Cit..
[8]              José A. Matos (comp.) : La Virgen de la Caridad del Cobre. Historia y Etnografía. Fernando Ortiz, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2012.

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