“Cuando Uvero, lo único que nos quedaba eran unos pocos garbanzos
(…) No solos así, crudos, que hacía tiempo ya que se traían en las
mochilas. Traía yo, un poco Fajardo[1], un poco el Che. (…) Esa noche de
Uvero, con los presos y todo, dice Fidel: “Bueno, vamos a encender
candela”. Figúrate, nos volvimos locos todo el mundo porque íbamos a
comer esa noche y los garbanzos, lo único que había de comer era
garbanzos. Lo único, y teníamos que llenarnos porque no sabíamos después
qué venía, al otro día, nada. Vamos y voy a encender, entonces
pendiente del cubo, y la candela, y échale, y la leña no encendía, y
busca el palito. Todo el mundo ayudó a cocinar los garbanzos. Nadie se
acostó a dormir velando el cubo de garbanzos. Y a las 5 de la mañana
dice Fidel: “Celia, hay que levantar un acta de la liberación de los
prisioneros”. Y me pongo yo al lado del fogón, aquel acta para la
liberación de los prisioneros. Y ya los garbanzos los iban a repartir.
Dice Fidel: “Luis[2], baja el cubo de garbanzos y se lo repartes aquí a
todos los prisioneros, que se tienen que ir.”
Contado por Celia Sánchez Manduley, Archivos Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
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