Así lo narró, sintéticamente en su diario, Raúl:
«Por fin, a la luz de la luna, aparecieron algunos campesinos y como a las 9:00 p.m. enfilamos precedidos por ellos cuatro. No caminamos mucho cuando se detuvo la vanguardia y emitió unos cuantos silbidos que contestaron a varios metros.
«Llegamos, y a la orilla de un cañaveral nos esperaban tres compañeros, Alex [Fidel], Fausto [Faustino] y Universo. Abra zos, interrogaciones y todas las cosas características de casos como estos. A Alex le alegró mucho que tuviéramos las ar mas».
El 3 de diciembre de 2016, en la hermosa Santiago de Cuba que recibía a Fidel para cuidarlo por siempre, el propio Raúl recordaría:
«Esas palabras que expresé hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del primer combate en Alegría de Pío, […] nunca perdió la fe en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la Sierra Maestra, un 18 de diciembre […] al reunir siete fusiles y un puñado de combatientes, exclamó: “¡Ahora sí ganamos la guerra!”.
Hoy es un día de fe, de convicciones profundísimas, de lealtad y de comienzos, porque cada 18 de diciembre hay reencuentro para el combate en un país que sigue con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza por su decisión soberana de rebeldía, con el enemigo más poderoso de su historia hostigando… pero un país que ha sabido mantener esa espada a raya durante más de seis décadas por más que ha amenazado. Esta es Cuba, donde cada Alegría de Pío tiene su Cinco Palmas…..
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