Navarro es de esas personas directas, precisas, sin dobleces. Poder compartir espacio con él, solo para escucharle, era una clase de periodismo y narración. Lo vi en momentos felices; lo extrañé en la pantalla deportiva y lo recuperé desde la magia y gratitud de Cubavisión Internacional, “de Cuba y para el mundo”.
El Nava que no tenía dobles tintas; con talento y humildad -virtudes que no siempre van juntas-, dignidad y responsabilidad con su trabajo; el que sugería lecturas a las Morenas del Caribe mientras viajaban; el colega de cientos de anécdotas en eventos múltiples que luego sus compañeros relataban; el amante del deporte cubanísimo, de cada campeonato nacional, consciente y seguro de sus valores -criterio que comparto en estos tiempos donde el profesionalismo y los grandes shows deportivos parecen no dar espacio a la base que logra sueños con tantos sacrificios-; el ágil narrador que soñaba transmitir en vivo una Vuelta a Cuba, -segura que si le dicen, ahora mismo va y lo hace, y lo hace bien-; la voz inolvidable del voleibol, el baloncesto, el atletismo, del Noticiero Nacional Deportivo y del Estelar con su sonoro “Punto final.”....
Qué orgullo sea un colega del periodismo y la narración deportivos el merecedor del Premio Nacional de Televisión, qué justeza la de ese jurado en reconocer una vida que sigue aportando a lo que tanto ama: el deporte. Qué hermoso ver a otros colegas allí, al Presidente del Inder Osvaldo Vento..... todo eso dice mucho de lo que para nosotros y para los atletas representa Navarro... Y entre balones que suben y balones que bajan, el Nava querido, el aguerrido, sigue defendiendo "lo mío primero", primero lo cubano, y sigue dándonos buenas lecciones de vida. Un abrazo inmenso para René Navarro Arbelo, de una discípula a medias que lo quiere un montón.
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