jueves, 25 de julio de 2024

El 26....

La noche era la más linda que habían visto en su vida, quizás por esa sensación de que pudiera ser la última que verían.... En Siboney el ajetreo era tremendo: los muchachos que llegaban, el chilindrón de la comida, la limpieza los del patio  para evitar que algún carro se ponchara, los preparativos para la esperada hora cero...Ellas los miraban, y los veían hermosos, incluso a los que no conocían, porque  llevaban en sus rostros la felicidad de quien está donde debe y va a cumplirle a su patria. Meses de entrenamiento y esfuerzo tendrían su esperada acción allí, en Santiago de Cuba. Otro grupo de ellos,desde Bayamo, apoyaría las acciones para evitar refuerzos a la urbe santiaguera. El aniversario de la ciudad daría paso a una fecha diferente y también fundacional. Todo es una película que pasa ante los ojos conscientes de que quizás sea esa la última tanda. Pero están allí, sonrientes, ansiosos, y prestos a vencer. El amanecer de aquella madrugada fue diferente a como lo planearon, aunque sabían que también morir era una posibilidad. Disparos, bajas, prisioneros, torturas, olor a sangre, cuerpos esparcidos dentro y fuera del cuartel para encubrir los asesinatos con caídos en combate.... Es el momento, como dice Haydee, en que no se define ya si es de día o de noche, si estás viva o muerta, no hay límite de nada y una se vuelve entonces un cuerpo inanimado, que no reacciona y a la vez es capaz de todo porque ya el dolor ha acabado con el miedo, porque la muerte ha dolido tanto que ya se conoce y no se teme. Un poeta y periodista muerto a golpes, sin dientes y boca ensangrentada, otro joven con el cráneo destrozado por la infame práctica de tiro  a la que eran sometidos los cuerpos torturados, la amenaza de los  ojos del hermano para hacerla hablar, la tortura de los órganos viriles....y para coronarlo todo, para vencer aquella revuelta de demonios tristemente cubanos: el silencio de los muchachos, la dignidad de morir por Martí y seguir cuidando a su líder para que pudiera continuar la lucha. Todo está allí, aquí, en Santiago. La espera de las madres, la esperanza de volverlos a ver aunque fuesen dados por muertos; los hijos que no vieron más a sus padres pero crecieron en el país que ellos soñaron; la defensa de su memoria por los hermanos que sobrevivieron aquel julio de 1953, los valientes de la causa 37, del presidio en Boniato,  Isla de Pinos,Guanajay; los de México y la Sierra; los de la caravana de la libertad y los de tantos años después.... El lugar donde se destruyó tanta vida, hoy es un lugar donde esta crece, y con la certeza de que en Cuba nunca más las escuelas volverían a ser cuarteles....El Moncada, el Moncada, los pasillos, sus pisos, sus paredes, aquel patio de las fotografías de los cuerpos, las marcas de todo lo feo que está bajo cientos de manos de pintura, restauraciones, pero que no borran nada de lo acontecido.....el Moncada tiene risas de niños más altas que el dolor de sus muertos, pero los tiene a ambos porque sigue siendo un lugar donde el hombre muere y vive. El Moncada...el punto medio entre el antes y el después, el reto de la rebeldía con causa justa y el sacrificio magnífico de la juventud por un ideal.... Los que fueron, cayeron como querían, por Martí; los que no,pero también amaban al apóstol, decidieron desde entonces seguir el camino de aquellos muchachos....El 26 de julio de la bandera. El 26 de julio que injustamente por apuros del destino no guarda fotos de aquella noche de rostros de felicidad previa al combate, pero por la noticia del hecho conservó las de los cuerpos masacrados...Hubiera sido hermoso ver nosotros también aquellos rostros sonrientes, eufóricos, conociéndose por vez primera muchos y otros abrazándose en la hora definitiva, hubiera Sido hermoso poder compartir aquella luna y el silencio de la noche de la carretera a playa Siboney, y ver cómo les quedaban aquellos uniformes, con aquellos fusiles, acomodándose los zapatos y cintos, ver cómo se probaron los que lo hicieron, las bromas viéndose vestidos así, o tratando de reconocerse bien para luego en el combate no confundirse con el adversario; hubiera Sido mejor verlos prestos al combate y no caídos, algunos de los cuales siquiera se habían retratado nunca o pocas veces. Y había periodista y fotógrafo entre ellos mismos pero faltó la imagen, y acaso el aparato.... Y acaso no le dieron tanta importancia en medio de la felicidad y la acción inminente.....La Historia quiso guardar solo para sí y para los privilegiados de estar allí, las imágenes de aquella inolvidable noche del 25 de julio y la madrugada del 26....Pero no puede impedir que lo imaginemos, que pensemos en ellos y que estemos allí, viendo el abrazo de Fidel con el doctor Muñoz porque era su cumpleaños, el intercambio de miradas con Abel, que quería estar donde mayor peligro, la voz de Gómez García con su poema poniendo en la cima del Turquino la estrella solitaria; o el abrazo que pudieron darse Raúl y Tasende antes de separarse a sus respectivos carros para partir.....Esa es la vida del 26, la vida de aquellos jóvenes que dejaron novias con ajuares esperando y se fueron al encuentro de la más amada:Cuba. Ese  es el 26, el cúmulo de vivencias y risas, y chilindrones, prácticas de tiro, prensa clandestina, tortillas de papas y lecturas con debates profundos sobre el futuro, compartimentación absoluta, dedicación extrema, amor sin límites a su patria. Fidel al frente...... La lucha por sus ideas.... El 26 es todo eso....y es el sacrificio inconmensurable de las pasadas generaciones y, la voluntad inquebrantable de las presentes generaciones, y la vida en bienestar de las generaciones venideras. El 26 es definitivo,como  su Revolución...

martes, 16 de julio de 2024

Por ellos....

 No acomoda las flores, no las está tocando a ellas  aunque parezca...su mirada lo dice: está presentándose ante sus compañeros del Moncada, los mismos que aquel 26 de julio de 1953 escribieron sus mejores versos, protagonizaron sus más heroicas acciones, y cambiaron para siempre la Historia de su país. La losa que toca el Gigante con su mano, ha cuidado la memoria de sus compañeros gracias al esfuerzo de valientes, entre ellos, y con la pasión de quien lidera un deber, el padre de Renato Guitart, quien llevó los cuerpos de muchos de aquellos muchachos para el panteón familiar como digna sepultura. Las flores lo cubren todo...debajo de ellas están los cuerpos a los que obligatoriamente había que rendir tributo con el triunfo revolucionario, los que no pudieron llegar a verlo pero acompañaron a todos los que en su nombre también pelearon. La mirada de Fidel es fija quizás en un nombre, quizás el de Abel -que de tantas maneras salvó su vida- pero su pensamiento es para todos. Por eso se presenta ante ellos con la tiranía derrotada, el pueblo ardiente y el futuro en manos de los cubanos, con el heroico gesto de Maceo y la dulce memoria de Martí, con la certeza de que el programa del Moncada sería irreversiblemente cumplido. No se atreve a decirlo, pero lleva sobre su conciencia el peso enorme de haberlos persuadido a realizar tan atrevida acción, sin que el azar le hubiera impedido a él continuar el camino de la lucha revolucionaria; así lo dijo al pueblo el 26 de julio de 2005, el Jefe humilde del pueblo aguerrido. Fidel, como dijera Haydée Santamaría, ha sido siempre el mismo, ha crecido y a la vez sigue siendo el mismo que conocieron antes del Moncada, en el Moncada, en la lucha armada y en la Revolución triunfante. La fidelidad trasciende su nombre y nos ha enseñado a todos - a TODOS, como resaltaría Almeida- todo lo que sabemos. Fidel y sus compañeros viven siempre, pero en julio, el 26, siempre renacen. Por ellos, el amor, la honestidad y la vida.

Epílogo

 Pasan los años y la leyenda de amor del Moncada crece. Ya el jefe de aquella tropa está con ellos otra vez en Santiago de Cuba, listos para seguir encabezando nuevas batallas. Allí acuden una y otra vez personas de todo el país y de muchas partes del mundo para vivir la historia que habita el lugar. Pareciera alejarse en el tiempo, pero es imposible acaso pensarlo cuando llegas a la ciudad heroica y confirmas una vez más aquel otrora cuartel convertido en risas de niños…los niños por los que toda una generación salió a dar su vida, las sonrisas con las que soñaron aquellos muchachos del Moncada. Allí están Abel, Raúl, Boris Luis…allí están todos, compartiendo entre ellos el futuro de un país que tiene mucho camino por andar, pero va seguro con el impulso de sus almas más queridas.

Allí está Raúl Gómez García, y allí su flor y su mensaje, el mensaje de la novia que también trasciende el tiempo, seducida por la entrega y las letras de un colega que supo elegir el lado del deber antes que el lado donde se vive mejor.

El periodismo, profesión y oficio que tanto hace soñar; actitud ante la vida que permite tomar partido, compartir con los semejantes, representarlos, escuchar y hacer que otros escuchen y comprendan. Se es periodista cuando no se puede dejar de escribir, de sentir la necesidad de opinar y compartir el criterio con responsabilidad. Se es periodista cuando el compromiso con la verdad y la justicia están por encima de cualquier interés personal.

Raúl Gómez García fue un periodista. Su obra no puede considerarse de las más extensas ni encumbradas porque su asesinato en el Moncada, a los 24 años de edad, impidió que la pudiese desarrollar. Sin embargo, el amplio material y los testimonios obtenidos, son suficientes para afirmar que el 26 de Julio de 1953 Cuba y la Revolución perdieron a un periodista de filas.

Escribir, dirigir y fundar órganos de prensa, hacer radio; moverse con soltura en varios géneros del periodismo, editorializar con estilo propio, enfrentar con aguda crítica los males de la sociedad donde vivió, y poner por ello en riesgo su vida, demuestran la pertenencia de Raúl a la profesión que él mismo definió -a los trece años-  como: “la función social de más mérito que puedan tener los hombres”.

Con el número tres de El Acusador su desempeño periodístico no concluiría. Fue en él en quien pensó Fidel para redactar el manifiesto A la Nación, que exponía el programa del movimiento. Y fue en él en quien también pensó para que le diese lectura, una vez tomada la emisora de radio en Santiago el 26 de julio de 1953. A Raúl le tocaba convocar al pueblo, improvisar un espacio con música revolucionaria y discursos, que incluía una grabación de la última alocución de Eduardo Chibás, así como los poemas del propio Raúl Reclamo del Centenario y Ya estamos en Combate, y el manifiesto A la nación, para llevar a cada habitante de la ciudad las razones del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

“La programación se completaba con el himno nacional, el Himno Invasor y otros himnos y marchas. Las polonesas de Chopin, la Sinfonía Heroica de Beethoven y varias obras más integraban el programa. Siete semanas antes, Naty Revuelta había adquirido todos estos discos. Los conocimientos de radio del médico Muñoz potenciaban la utilidad de su presencia en Santiago; en caso necesario, podría hacerse cargo de la parte técnica de las transmisiones.”[1]

Si bien es cierto que no se inscribe el manifiesto A la nación  en algún género periodístico, sí formaba parte de la campaña en el medio radial que apoyaría la acción. Y eso también es periodismo. Un periodismo revolucionario.

Sin embargo, el desenvolvimiento de los hechos no permitió que todo se desarrollase como estaba previsto, y el fallo del factor sorpresa dio al traste con los planes y con la vida de muchos de sus participantes. Raúl estaba en el hospital Saturnino Lora, donde se suponía había menor riesgo, para salir a realizar su labor. Pero, por el contrario, fue allí donde más sangre joven y valerosa se derramó.

A Raúl lo mataron a golpes. Así recordaban Melba Hernández y Haydée Santamaría cuando se lo tiraron a lado y estaba prácticamente irreconocible por todo lo que le habían hecho. Ahí está la constancia gráfica, ahí está esa imagen terrible del joven de los ojos hermosos, tirado entonces en una caja, camisa abierta y uniforme desencajado, y notificado como muerto en combate. La prueba que demostraba las torturas, además del testimonio de quienes le vieron con vida aún en los salones manchados del Moncada, fue la nota que logró enviar a su madre Virginia antes de ser capturado, para que ella supiera que estaba con vida y que caería preso.

Sin embargo, aunque no pudo cumplir su cometido en la acción de llegar a la estación de radio por el rápido  y fatal desenvolvimiento de los sucesos, vibraron sus palabras y las de sus compañeros en el que sería el conocido como Manifiesto del Moncada, en honor a la acción.

“Ante el cuadro patético y doloroso de una república sumida bajo la voluntad caprichosa de un solo hombre, se levanta el espíritu nacional desde lo más recóndito del alma de los hombres libres. Se levanta para proseguir la revolución inacabada que iniciara Céspedes en 1868, continuó Martí en 1895, y actualizaron Guiteras y Chibás en la época republicana. En la vergüenza de los hombres de Cuba se asienta el triunfo de la revolución cubana.

(…)

Ante la tragedia de Cuba contemplada en calma por líderes políticos sin honra, se alza en esta hora decisiva, arrogante y potente, la juventud del Centenario, que no mantiene otro interés como no sea el decidido anhelo de honrar con sacrificio y triunfo, el sueño irrealizado de Martí.

En nombre de las luchas incansables que han marcado cumbres de gloria en la historia de Cuba, viene la revolución nueva, rica en hombres sin tachas, para renovar de una vez y para siempre la situación insoportable en que han hundido al país los ambiciosos y los imprevisores y, agarrada a las raíces del sentimiento nacional cubano, a la prédica de sus más grandes hombres y abrazada a la bandera gloriosa de la estrella solitaria, viene a declarar ante el honor y la vergüenza del pueblo cubano.

(…) Por la dignidad y el decoro de los hombres de Cuba, esta Revolución triunfará.(…)

Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos la República nueva, con todos y para el bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos.

La Revolución se declara definitiva, recogiendo el sacrificio inconmensurable de las pasadas generaciones, la voluntad inquebrantable de las presentes generaciones, y la vida en bienestar de las generaciones venideras.

En nombre de los Mártires.

En nombre de los derechos sagrados de la Patria.

Por el honor del Centenario...

La Revolución Cubana.”

El hombre que, según dijo Raúl a su madre, “pensaba y sentía como él”, lograría años más tarde junto al pueblo el triunfo de la Revolución, y la encabezaría de manera magistral, sobreviviendo al tiempo y a las pérfidas intenciones de sus adversarios. Fidel Castro Ruz continuaría pensando y sintiendo como sus compañeros del Moncada, los mismos de los que aseguró que no estaban olvidados ni muertos.

El 26 de julio del año 2005 Cuba fue testigo de una de las manifestaciones más hermosas de un líder que recuerda la Historia patria. En el acto central por el aniversario 52 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, celebrado en el teatro capitalino Carlos Marx, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en una preciosa muestra de humildad e identificación con el pueblo, dijo:

"Me atrevo a dar las gracias en mi nombre y en el de todos ellos, porque llevo sobre mi conciencia el peso enorme de haberlos persuadido a realizar tan atrevida acción, sin que el azar me haya impedido recorrer tan largo trecho de lucha revolucionaria hasta este instante emocionante, 52 años después."

El 26 de julio de 1953 significó el comienzo de otra etapa que coronó los anhelos patrios defendidos por tantas cargas al machete, tantas plumas encendidas y tanto bregar inconcluso.

El Moncada fue el plan perfecto de asaltar, más que una fortaleza, el corazón de un pueblo que nunca volvió a ser el mismo.

La identificación de ambas personalidades fue indudable. No por gusto Fidel le dio a Raúl Gómez García la misión de escribir, en nombre de su generación, el manifiesto de la lucha en 1953.

Las palabras tienen color, olor y cuerpo cuando se saben combinar. Por eso, cada vez que un protagonista ha recordado los instantes del 26, Cuba entera puede ver, respirar y acariciar el ajetreo de un grupo de jóvenes que fraguaba el futuro. No hay un árbol que crezca más y mejor que el que tiene debajo un muerto, como decía Martí, y esta patria de hombres libres se levanta desde su historia.

Por la dulce memoria de Martí…en su nombre y por la patria, perdura Raúl en la poesía y el periodismo de esta incesante lucha por la vida.

(Del libro Raúl Gómez García, el periodista del Moncada)

[1] Mario Mencía: El Moncada. La respuesta necesaria, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, p. 411.