miércoles, 21 de diciembre de 2011

Son los Mismos y El Acusador: palabras en tiempo de combate.

Tenía los ojos clavados en el papel. Ni lo más estruendoso ni lo más imperceptible lo hacían desviar su atención. Aquel manifiesto debía estar listo cuanto antes. Si ningún medio de prensa le quiso publicar Revolución sin juventud, de alguna manera había que reflejar el desacuerdo con el Golpe de Estado que dio Batista.
Desde el cuartico que estaba al fondo de la casa de la calle Juan Bruno Zayas, Raúl Gómez García comenzó a escribir lo que sería el primer antecedente de los periódicos clandestinos Son los Mismos y El Acusador. No estaba solo. Formaba parte de un grupo de jóvenes que compartían ideas de libertad, y así surgían estos escritos. Al frente de todo estaba Abel Santamaría, y se sumaban su hermana Haydée, Melba Hernández, Jesús Montané y Elda Pérez.
Ya han pasado 55 años y la historia hizo justicia.
Al tiempo han sobrevivido muchos de los recuerdos materiales de la Revolución. Entre los papeles que se conservan en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado se encuentra un único ejemplar de los manifiestos clandestinos escritos al pueblo después del 10 de marzo, por los futuros asaltantes al Moncada. Sus datos indican que es el primero de una serie de artículos, y que corresponde al mes de abril de 1952.
“A nuestros manifiestos los habremos de titular, hasta que dure la lucha contra estos detentadores del poder, “SON LOS MISMOS”. (…) La experiencia nos dice que este pueblo no soportará una dictadura al tipo de Trujillo (Chapita) o de Franco; sabrá sacudirse del yugo avasallador que quiere oprimirlo y coartar sus derechos conquistados con la sangre de los libertadores, los estudiantes y demás cubanos, que al frente de organizaciones cívicas, han luchado por el bienestar de la Patria.”
 El texto estaba escrito sin un diseño estructurado, pues la premura y la falta de recursos no permitían más. Firmado por la Fraternidad Ortodoxa, en dos cuartillas se denunciaba también el silencio de los grandes medios de prensa. Estas ideas tendrían que circular de manera clandestina porque no había más opción con un tirano en el poder.
Y estos manifiestos no nacieron de una espontaneidad desorganizada. Jóvenes inconformes con la situación nacional y con la actitud de los líderes ortodoxos, comenzaron a gestar un movimiento revolucionario sin compromiso con organizaciones políticas. Es por esa razón que Son los Mismos no es un vocero del Partido del Pueblo Cubano, sino de una unión, de una fraternidad entre quienes defendían los más insignes proyectos de la Ortodoxia.
El tic-tic-tic de la maquinita de escribir rompía el silencio de alguna que otra madrugada en la que se editaron páginas de insurrección. A Raúl Gómez García, que había hecho periodismo en Güines, le fue encomendada la misión de dirigir el sustento ideológico de aquel movimiento que aspiraba a reconquistar la soberanía patria. Sin embargo, era sabido que el empeño debía ser mayor y más periódico para lograr un medio alternativo a la prensa burguesa y cambiar la situación nacional.
Palabras para fundar
A inicios de mayo sale de manera clandestina el primer número del periódico –también llamado “boletín”- Son los Mismos, como muestra de la consolidación progresiva del movimiento revolucionario. Los integrantes del grupo inicial eran también redactores y se ocupaban de todo el proceso de producción.
Los recursos eran escasos y salían de la voluntad y el bolsillo de sus realizadores. Sin dudas, importante fue el aporte de Fito Vázquez Cuadrado, primo de Abel, al dar 75 pesos que permitieron comprar un mimeógrafo para la publicación. Era así que también se conseguían esténcil, papel y tinta.
Fue en aquellos momentos en que tuvo lugar un hecho definitorio para Cuba: el primero de mayo Abel Santamaría y Fidel Castro se conocieron en el cementerio frente a la tumba de Carlos Rodríguez. Fue así que Fidel se incorpora al grupo y rápidamente pasa a ser su guía.
Con mucho entusiasmo acogió Fidel la idea de Son los Mismos, aunque sugirió cambiar el nombre de la publicación por otro más combativo. No obstante, inmersos en la organización del movimiento revolucionario, Son los Mismos continuó circulando y el cambio de nombre sería un tema definitivo un mes más tarde.
Anunciaba el periódico en su primer número:
 “Sale a la palestra este boletín de la Fraternidad Ortodoxa, invocando el nombre del gladiador del decoro: Eduardo R. Chibás, para alzar la voz de la patria limpia y decir con altura y responsabilidad, la verdad que la prensa mansa, borrosa, vendida y cobarde, niega el pueblo en esta hora de negra Dictadura. De esta manera continuamos la información general que veníamos ofreciendo por medio de manifiestos y proclamas. Esperamos que el pueblo de Cuba sepa comprender este esfuerzo y nos auxilie en la tarea ardua, pero justa y digna, de
                       “decir la verdad en el gobierno de la mentira.””
La casa de Raúl Gómez García en la calle Juan Bruno Zayas No. 8, el apartamento de 25 y O, y la casa de Elda Pérez en calle A No. 776, eran los espacios que se alternaban para editar la publicación.
En el libro El grito del Moncada, su autor Mario Mencía ha escrito: “El primer número de Son los Mismos salió un mes después de Alma Mater, en la segunda semana de mayo de 1952. Constaba de dos hojas (8 ½ por 13) impresas por ambas caras. Tuvo una frecuencia semanal hasta su número siete del 26 de junio; de aquí saltó al 29 de julio de 1952 en que salió su último número, el ocho. El precio de cada ejemplar se fijó en cinco centavos para compensar el costo material de su impresión.” [1]
Un juego de reglas marcaba la tipografía de cada título, de cada recuadro y las ilustraciones las hacían los propios redactores. Debido a la escasez de recursos materiales, nunca pudieron utilizar fotografías en la edición. De igual modo, se conoce que los editoriales eran escritos por Raúl Gómez García, como muchas veces tocaba a quien estaba al frente de un periódico.
Así se presentaba Son los Mismos por entonces, cuando la censura insistía en el silencio cómplice y las esperanzas compartidas eran el único sostén del pueblo cubano.
El porqué de este nombre para la publicación queda bien claro en el segundo número, correspondiente al 20 de mayo, cuando en un editorial que recoge el dolor por celebrar el cincuentenario de la República bajo una dictadura. Para la fecha se preparó un número especial de seis páginas, en el que se recordaba el comienzo de la nación maltratada por gobernantes serviles.
Uno de los escritos más sentidos de esa edición es el que escribió Raúl Gómez García, donde también se evidencian los porqués del nombre del periódico. En un esfuerzo logrado por exponer con claridad y belleza las razones de la lucha, Raúl describe sucintamente la situación de Cuba.
“Estos hombres de hoy SON LOS MISMOS que tiraron contra sus compatriotas en la manigua. SON LOS MISMOS que apoyaban la contemporización con España en una Autonomía estúpida. SON LOS MISMOS que nos quisieron vender al oro americano. SON LOS MISMOS que han saqueado la República a través de 50 años. SON LOS MISMOS que nos sometieron  a la más  horrible de las tiranías y a la más despótica dictadura (…) Sí, estos SON LOS MISMOS. Ellos pertenecen a una clase de HOMBRES: los que odian y deshacen. Mientras para ellos Cuba sea pedestal y no ara; prebenda y no servicio; la tarea de la Patria está incompleta y los hombres honrados han de juntarse para completarla…VIVA LA REPÚBLICA..! Pero VIVA sin los que la han vendido, robado y traicionado.”
Para ese mismo día -20 de mayo-, estos jóvenes habían puesto a funcionar una planta de radio que debía transmitir cuanto sucediera en el acto, y que fuera a la vez complemento del periódico. Para ello, Fidel, Abel y Montané se habían trasladado días antes hasta Matanzas y contactado con el médico Mario Muñoz, que era radioaficionado. El doctor Muñoz de inmediato se sumó a la lucha con la elaboración de dos plantas radiotransmisoras de corto alcance.
Según Mario Mencía, en su libro El Grito del Moncada, la primera planta fue ocupada por la policía, y la segunda estuvo lista para trabajar desde el 20 de mayo hasta el 27 de noviembre. Sin embargo, no existen pruebas de la cantidad de transmisiones que realizaron.
En el tercer número de Son los Mismos apareció una nota que daba cuenta de la planta de radio clandestina: “Esta concentración fue transmitida por las ondas libres del Movimiento de Resistencia y Liberación Nacional en la banda de los 40 metros amateurs.” Pero en ningún otro número de las publicaciones revolucionarias se vuelve a mencionar.
El marcado interés por difundir la labor revolucionaria de este grupo de jóvenes martianos, se evidencia ya en la búsqueda de diferentes medios para transmitir sus mensajes. Al hablar de las ondas libres “del Movimiento de Resistencia y Liberación Nacional”,  se vislumbraba la radicalización del pensamiento, que luego llevaría al cambio de nombre del periódico.
Mientras, Son los Mismos continuaba su trabajo político y aparecen secciones como  Incisivas, a cargo de Jesús Montané. Firmada por Montané con el seudónimo de Canino, el objetivo era ridiculizar a los gobernantes corruptos.
“Saludamos a Don Justo Luis del Pozo Seco, Marqués de Villa Seca, por los “éxitos” en los predios municipales. Agua buena y abundante ¿Verdad, habanero?”[2]
Cada edición del periódico recogía acontecimientos que no eran tratados por los medios nacionales, y que evidenciaban la impunidad de un gobierno ilegítimo.
En el número seis de Son los Mismos, correspondiente al 17 de junio de 1952, saldría en la página tres otra sección: Puntillitas. Este espacio era responsabilidad de Abel Santamaría, quien firmaba como El Bichote. Otra de las secciones, Desde la entraña del surco, era un segmento dedicado a los principales problemas de los campesinos cubanos. El llamado a la unidad de todo el pueblo siempre fue constante en estas publicaciones.
Y la presencia de Martí se hace indispensable en toda esencia revolucionaria. La conocida como Generación del Centenario, reivindicaba el pensamiento del Apóstol en los momentos más críticos de la patria. En 1952, a casi cien años del natalicio del más grande de los cubanos, la juventud decidía retomar las banderas de la libertad y lanzarse a la lucha.
El cambio de nombre
Jesús Montané escribió, en febrero de 1959 en una edición homenaje a El Acusador: “Posteriormente dejamos de publicar “Son los Mismos” y nos lanzamos a imprimir “El Acusador”, órgano de Combate al Servicio de la Nueva Revolución. Este boletín salió bajo la orientación de Fidel, quien se vinculó a nuestro grupo alrededor del 1 de mayo de 1952.”
Por su parte, Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, colaboraba con Son los Mismos en la sección campesina, y recordaba que aquella publicación: “era un periódico clandestino para combatir a la tiranía y despertar a la juventud. Aquel periódico clandestino cuya dirección la tenía Raúl Gómez García y la subdirección Abel Santamaría… cuando Fidel conoció de este intento, felicitó a los compañeros y expresó que estaba contento pero que prefería cambiar el nombre del periódico por uno que fuera más combativo, y sugirió que le llamásemos El Acusador.”[3]
Fue así que el tema postergado sobre el cambio de nombre del periódico volvió a tratarse, y se decidió sacar a la luz, el primero de junio de 1952, el primer número de El Acusador.
La agudización de los problemas en la sociedad cubana trajo consigo una radicalización en el pensamiento de los jóvenes que combatían la dictadura. Era preciso tener un medio que llegara hasta otras localidades de la provincia, y cuyo nombre fuese mucho más combativo. Es por ello que la máxima dirección del movimiento decide un cambio de nombre en la publicación.
Sin embargo, aunque la idea fue dejar de publicar Son los Mismos, aclaró posteriormente el propio Montané[4] que a los jóvenes fundadores les había costado trabajo entender la necesidad de concentrar los esfuerzos en una sola publicación, y continuaron editándolo por su cuenta. Ambos periódicos, como así lo expresa el testimonio de este luchador y lo confirman las fechas de salida, coexistieron durante casi dos meses. 
El Acusador era mucho más agresivo y en él se leía: “Movimiento de Resistencia y Liberación Nacional. LIBERTAD O MUERTE.”
Ante “la fraternidad ortodoxa” de Son los Mismos, se alzaba ahora la “resistencia y liberación nacional” de El Acusador. Esta nueva publicación tenía la misma premisa con la que ya se había anunciado días antes la planta de radio. Se trataba entonces no solamente de decir la verdad en el gobierno de la mentira, sino de un enfrentamiento más fuerte y directo con la dictadura.
Aparecía esta publicación:
“Para acusar: A los ladrones del tesoro, a los asesinos del pueblo, a los que hambrean y esquilman a los niños pobres cubanos, a los que atropellan a gente indefensa, a los que traicionan y manchan la República.”
Al equipo de redacción de El Acusador se habían incorporado también otros colaboradores, entre ellos: Joaquín González, Juan Manuel Martínez Tinguao (don Tin) y el propio Fidel (que firmaba como Alejandro). Raúl Gómez García continuaba siendo el director de la publicación y Fidel sería el orientador ideológico.
Se contaba, además, con nuevos lugares para su edición, como la casa de Lidia Castro y la de Joaquín González. El diseño era bastante parecido al de su homólogo, ya que la dirección y las técnicas para su producción se mantuvieron. Fue así que tres ejemplares de este periódico vieron la luz, pero solamente se conservan dos: el primero y el último.
El domingo primero de junio salió por primera vez El Acusador. Un día después, el lunes 2, circula el cuarto número de Son los Mismos, periódico al cual no habían querido renunciar sus creadores. El objetivo principal de los jóvenes era hacer revolución también mediante un periodismo comprometido con nobles ideas. Es por ello que en ambas ediciones se denuncia un crimen en el central Francisco, (hoy Amancio Rodríguez), en el que un guardia asesinó al joven Sergio Reino, quien interpretaba el pensamiento de José Martí en un acto.
Son los Mismos y El Acusador fueron entonces compañeros de lucha que circularon juntos por calles de La Habana. Mientras la frecuencia de El Acusador  se supone mensual -teniendo en cuenta las fechas de su salida-, también se hacían esfuerzos por mantener a Son los Mismos con su salida por semana. Sin embargo, para el movimiento esto era económicamente insostenible y los problemas no tardaron en aparecer. Aunque era provechoso tener dos publicaciones revolucionarias, y los propios redactores dan a conocer que Son los Mismos pasa las mil suscripciones, la situación económica los golpea.
Por esa razón, en el octavo número de Son los Mismos, del 29 de julio de 1952, aparece un recuadro en primera plana que explica que la falta de recursos impidió la salida del periódico las dos semanas anteriores. Esa sería su última edición, aunque en aquel momento no lo pensaron así.
Jesús Montané recordaba: “A Fidel le extrañaba aquel agotamiento y aquel hablar a media voz hasta que Abel le confesó que nosotros seguíamos publicando también Son los Mismos.”[5]
Una vez demostrada la imposibilidad material para sostener dos publicaciones, el grupo revolucionario se convenció de la necesidad de mantener solamente una. De este modo, los esfuerzos se centraron en El Acusador, y el próximo objetivo sería una tirada especial por el primer aniversario de la muerte de Eduardo Chibás.
Son los Mismos había sido una iniciativa muy productiva, pero había que ajustarse a las circunstancias. Con aquel periódico se logró un espacio de reflexión y de combate a los males del país, y se advirtió a la dictadura de que no era Cuba el país en el que los malos triunfan por la indiferencia de los buenos.
Agosto de 1952
Los siguientes 15 días se caracterizaron por mucho trabajo para conseguir una buena cantidad de papel y hacer la tirada más grande hasta entonces. Luego de mucho esfuerzo, se logró conformar el tercer número de El Acusador, correspondiente al mes de agosto. La edición estaba dedicada a Chibás, fundador de la Ortodoxia.
Raúl Gómez García, quien firmaba como El Ciudadano, escribió un sentido editorial dedicado a Chibás.
“Hoy es un día inolvidable. Hace un año que un pueblo entero, llorando lágrimas de Patria, llevó a la tumba a un hombre  que fue eco de su generación. Un hombre excepcional, cuyo nombre  está enmarcado junto a los grandes de la Historia, cuya voz está latente aún en el corazón de cada cubano.  (…)”
Por su parte, Fidel, que se desempeñaba como orientador ideológico de la publicación, escribió dos trabajos con el seudónimo de Alejandro. Uno de ellos, YO ACUSO, incrimina directamente a Batista por todas las violaciones que ha cometido desde su misma llegada al poder, y deja bien claro el camino a seguir por el pueblo:
“Fulgencio Batista, los perros que lamen tus llagas diariamente  no lograrán jamás ocultar los fétidos olores que salen de ellas. Tu vida, tu pasado, tu presente, tus mentiras, te pierden irremisiblemente.
…Frente a ti, a Cuba le queda un solo camino: el sacrificio, la inmolación en aras de sus amadas libertades.”
El segundo de los escritos de Fidel se titulaba Recuento Crítico del PPC, en el cual valora las posiciones asumidas por los integrantes de ese partido un año después de haber perdido a su líder -Chibás-, y critica las pugnas que los desacreditaron ante el pueblo.
“El momento es revolucionario y no político. La política es la consagración del oportunismo, de los que tienen medios y recursos. La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman de la mano el estandarte. A un partido revolucionario debe corresponder una dirigencia revolucionaria y de origen popular que salve a Cuba.”
Pero la tiranía seguía los pasos de quienes se manifestaban en su contra. Una delación hizo que la policía llegara hasta el lugar donde se imprimían los periódicos, y el mismo día en que salió la edición homenaje a Chibás -16 de agosto- casi la mitad de los diez mil ejemplares fue ocupada. Para bien de los revolucionarios, algunos de los periódicos ya habían sido distribuidos en la capital, de manera que no todo había sido en vano. No obstante, la posibilidad de un siguiente intento se anuló al ser apresados algunos de sus realizadores, entre ellos: Raúl Gómez García, Abel Santamaría, Jesús Montané, Melba Hernández, Elda Pérez, y Juan Manuel Martínez Tinguao.
Los registros se hicieron seguidos en las casas de los detenidos. En septiembre de ese año se les realizó el juicio, menos a Melba y a Elda, pues ya las habían soltado. A pesar de que lograron la libertad, los nombres de los revolucionarios quedaron fichados por la policía, y tuvieron que abandonar la publicación para salvar el movimiento. Comenzaron, entonces, a destinar los esfuerzos a la realización de acciones mayores para terminar con el régimen dictatorial.
Durante cuatro meses, palabras de futuro habían honrado los ideales de libertad. Durante cuatro meses, cada editorial o comentario, había demostrado que el único camino posible era el del cambio radical.
Para nadie es un secreto que Son los Mismos y El Acusador tuvieron muchas limitaciones. Su carácter clandestino y el sustento económico basado en las posibilidades de sus redactores, no permitía tener una mayor tirada y un mayor alcance. No había una red de información desde otras partes del país, y cuanto se publicaba sobre ellas era muy poco. No se contaba con tecnología para la impresión de un buen periódico, por lo que ni siquiera fotos podían incluir. El mayor capital eran los deseos y la voluntad de servir a la patria.
Estas dos publicaciones se complementan y forman parte del proceso de gestación de una avanzada revolucionaria. Es por eso que ninguna fue más importante que la otra. Son los Mismos fue la que más salidas tuvo, la  que más se leyó y la que por más tiempo preparó la conciencia revolucionaria de quienes la recibían y la redactaban.
Por su parte, El Acusador, fue la prueba de la radicalización del pensamiento revolucionario de aquella vanguardia, y la comprensión acertada de las condiciones de lucha. Su corta existencia no impidió denunciar los problemas del país y demostrar que la memoria del Apóstol revivía en lo más noble de la juventud cubana.
El periodismo clandestino del movimiento revolucionario, a pesar de sus carencias materiales, tenía un contenido irrefutable que le permitió cumplir sus objetivos de denuncia.
Son los Mismos y El Acusador fueron amor, dedicación, riesgo, constancia; fueron Cuba, libertad y desagravio; fueron simiente y fruto; fueron el reflejo del nacimiento y la evolución del grupo que un año más tarde iría al Moncada, que es lo mismo que decir Revolución, presente y futuro cubanos.

(Escrito homenaje a la Generación del Centenario, en especial a Raúl Gómez García, que el 14 de diciembre cumplió 83 añitos.)

 

[1] Mario Mencía: Ob. cit.,  p. 233.
[2] Aquí se refiere al alcalde de la capital que no acababa de resolver el problema del abastecimiento de agua a todas sus zonas.
[3] Jesús Orta Ruiz en documental: La senda de la felicidad, de los realizadores Ileana Rodríguez y César Gómez Chacón, 2004.
[4] Jesús Montané Oropesa: Testimonio de la prensa clandestina, revista Bohemia, La Habana, 23 de abril de 1999.
[5] Jesús Montané Oropesa en Mario Mencía: Ob. cit., p. 244.

Cuba

Es esta y no otra mi Cuba, la que se quiere y se defiende, la que cada año se propone sueños y luego trabaja duro por cumplirlos... Un nuevo año llega...quedan muchas metas pendientes, pero la savia del cubano, ese que no puede renunciar a lo que es a pesar de las dificultdes, se impone a todo. Por eso seguimos guapeando aquí, de tú a tú con los problemas, enfrentando las realidades que no queremos y que empañan nuestra sociedad para poder seguir adelante haciendo honor a los años de duro bregar. Cada día es difícil, pero no por eso se desiste, ni se pierde la ternura, ni el ímpetu ni el amor de los tiempos de fundación. Creamos, luchamos y creemos en todo lo vivido, que cada lección es camino nuevo o ruta sellada para no volver a errar......Pero lo indudable es que el 2012 será otro año intenso para Cuba, de personas repleticas de ganas de seguir el camino difícil y hermoso de la Revolución y, seguramente, de nuevos triunfos para los que seguimos apostando por la vida.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La palabra de Camilo

Con seguridad, no fue llegar a 27 años su mayor alegría o lo que más ocupó su tiempo en febrero de 1959. Eran otros sus desvelos entonces. Como Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Camilo tenía sueños que, inspirados y amparados por el programa de la Revolución triunfante, pretendía realizar.
 De él eran ya cotidianos la sonrisa, el sombrero, la lealtad y el valor. Sin embargo, su palabra también abarcaba espacios que ratifican la valía de su pensamiento. A Camilo las palabras le brotaban con fluidez. Tenía una gran facilidad para expresarse de modo claro y preciso. Aunque no tenía una formación universitaria, sus luces naturales, sus lecturas y su poder de improvisación, le permitían pronunciar discursos elocuentes.
 Muchas de sus intervenciones son poco conocidas en su voz, porque no siempre la televisión o la radio estaban en los lugares donde hablaba Camilo. Sin embargo, en ocasiones aparecía Quintanita, un técnico que cargaba con una pesada grabadora, para atrapar y conservar en el tiempo la palabra hablada del Comandante Cienfuegos.
 En febrero de 1959, el Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde ya tenía concebido el modo de concretar una de sus aspiraciones, nacida de la necesidad del momento: elevar el nivel cultural de los soldados cubanos. Fue así que impulsó el desarrollo de cursos para alfabetizar a los militares necesitados; y luego llegaron los cursos de especialización en infantería, motociclismo, armas pesadas…Camilo quería un ejército preparado para combatir y para pensar. Y más allá de cualquier gestión que determinase la realización de los cursos, su principal medio para explicar a los soldados que debían estudiar fue la PALABRA.

El 9 de febrero fue uno de eso días en los que Camilo se dirigió a sus compañeros del Ejército, desde el Polígono de Ciudad Libertad. En esa ocasión, los exhortaba a estudiar, en uno de sus primeros acercamientos al tema de la educación de los militares:

“Hemos ganado la guerra, compañeros, y ahora nos toca garantizar que la guerra que terminó no vuelva a repetirse.” Y afirmaba: “debemos dedicar gran parte del día a los estudios; y con esa finalidad, a partir de esta semana se empezarán los cursos de distintos estudios de acuerdo con la capacidad de cada uno.”

Dos días después, el 11 de febrero, Camilo inauguraba el Curso de Alfabetización del Ejército Rebelde. Una vez más desde el Polígono de Ciudad Libertad, expresó la importancia  de la preparación intelectual de cada soldado, y también resaltó su papel en la nueva sociedad como parte activa de ella. El Ejército no podía ser parásito, sino que cada hombre de las fuerzas revolucionarias tenía que “trabajar de verdad”.

“Todos tenemos que estar conscientes de la gran responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros. Hasta el último de los cubanos ve en este Ejército la salvación de Cuba. (…) y tenemos también no solo que ser unos simples guarias rurales que estén para mantener el orden en Cuba. Tenemos que estar alertas, tenemos que estar vigilantes para orientar en la paz al pueblo, como lo supimos orientar en la guerra.”

Los discursos de Camilo, más allá de su motivo específico, abarcaban la situación existente en el país, valores como el patriotismo y la fidelidad, temas como la educación y la Reforma Agraria.
 “Hoy, gran cantidad de compañeros están deseosos de trabajar en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria, hay muchos compañeros que están trabajando en la Repoblación Forestal, hay compañeros que están trabajando en viviendas campesinas.”

Esas ideas fueron expresadas el 22 de septiembre de 1959, en el acto de graduación de los soldados  que se habían incorporado a los estudios desde febrero. Durante una intervención en Caibarién, también aludió la temática de la Reforma Agraria y al respaldo que del pueblo tenía:

“Vemos hoy, con gran alegría, que este pueblo de Caibarién que se movilizó durante la guerra para ayudar al Ejército Rebelde a luchar contra la sangrienta tiranía, se moviliza hoy en la paz para apoyar la Reforma Agraria, para apoyar todas las medidas revolucionarias y para rendir tributo a los hombres que, cumpliendo el juramento de Libertad o Muerte, cayeron a lo largo de la lucha.”

Cada idea estaba motivada por el contexto del triunfo reciente de la Revolución, en el que los líderes tenían que acudir una y otra vez al pueblo, hablarle, explicarle, exhortarle… En aquellos momentos de fundación, había que conversar, persuadir a la vez instruir, para que el pueblo no fuese ciego discípulo, sino compañero en la lucha.

Ya Camilo estaba iniciando la alfabetización dentro de Ciudad Libertad. Sus palabras que promovían cultura, retumbaban en los muros de aquel Estado Mayor que luego devino ciudad escolar.

Cómo olvidar el “con novilla o sin novilla, les partimos la siquitrilla”, aquel 21 de junio en el cine Riviera, cuando luego del estreno del documental “Esta tierra nuestra”, Camilo habló y dijo esa frase tan llena de su humor y su personalidad dinámica.

Recurrente en sus palabras fue también la unidad. A cualquier sitio que llegara Camilo, siempre llamaba a la unión de los cubanos. Esos primeros meses de 1959, en los que había personas con pensamientos diversos, era indispensable la cohesión del pueblo. Quienes lo conocieron, reconocen su capacidad para hacer comprender a las personas que la Patria estaba por encima de todo. En el discurso de Caibarién, muy emocionado y con la estridencia de sus erres, expresó:

“Este pueblo, pródigo en mártires, que supo durante la guerra estar unido, debe unirse cada día más en esta hora de la libertad. Es deber de todos los ciudadanos de cada pueblo, y más de los pueblos que sintieron en sus carnes los rigores de la guerra, unirse sin distinciones de ninguna clase, por encima de todas las aspiraciones personales (…)”

De igual modo, en el ya mencionado acto de graduación de septiembre, recalcó: “Es necesario que ustedes sepan que no solo nosotros vamos a defender la libertad y la soberanía que hoy tenemos; que hay un pueblo entero, el pueblo cubano, que quiere, que está identificado con el Ejército Rebelde, y que en un momento determinado, defenderá la libertad y la soberanía (…)”
 Su última comparecencia ante los cubanos, el 26 de octubre de 1959, recoge de manera especial todas estas ideas que desde el mismo 1ero de enero Camilo venía desarrollando en sus intervenciones.
 “Tan altos y firmes como la Sierra Maestra son hoy la vergüenza, la dignidad y el valor del pueblo de Cuba en esta monstruosa concentración frente a este Palacio, hoy revolucionario, del pueblo de Cuba.
 Tan alto como el Pico invencible del Turquino, es hoy y será siempre el apoyo de este pueblo cubano a la Revolución que se hizo para este pueblo cubano.”
 La multitud exaltada escuchaba a Camilo, agitaba banderas y carteles…

“Esta manifestación de pueblo, estos campesinos, estos obreros, estos estudiantes que hoy vienen a este Palacio, nos dan las energías suficientes para seguir con la Revolución, para seguir con la Reforma Agraria, que no se detendrá ante nadie ni ante nada.
 (…) Porque  para detener esta Revolución cubanísima tiene que morir un pueblo entero (…)”
 Y pocos segundos después vibrarían en su voz los versos de Bonifacio Byrne. Fue pasión, convicción; fue amor infinito a la vida, a la Patria. Sus palabras trascendieron y se renuevan  en el espíritu de quien las escuchó entonces, o bien de quienes las escuchamos o leemos hoy.
 Quienes escucharon a Camilo no olvidarán nunca su voz y sus ideas. Palabras que quedaron como prueba legítima de la grandeza de un hombre que supo pelear y pensar por el bien de su país, y amarlo sin límites.
 A sus discursos hay que ir, volver y tomar nota. Camilo fue abanderado de muchos los programas de la Revolución, y defensor incansable de los valores humanos que nuestra sociedad defiende y sobre la cual se ha fundado. Conocer la palabra de Camilo es agrandar su imagen en nuestra realidad cotidiana, y perpetuar su espíritu.


Abel


Quiero comenzar este blog recordando a un joven especial, que fue alma de una generación, y esa es virtud de pocos. Hace poco cumplió 84 años, y todavía sigue despertando la ternura de quienes decidimos compartir nuestro amor aquí, en Cuba.
Ahora parece que acaba de llegar de la escuelita donde no lo aceptaron porque no había espacio. Cuentan que tiró su libreta y se puso triste y bravo porque quería estudiar. Y fue tanto el sentimiento, que doña Joaquina tuvo que llevarlo nuevamente a aquel centro escolar, donde finalmente lo admitieron, porque él estaba dispuesto a recibir las clases hasta sentado sobre una caja de latas de leche condensada.
 Que si su temperamento era a veces calmado, o a veces rebelde; que si reunió a la tropa inicial de los que luego fueron al Moncada. Que si sus ojos, como dijera El Indio Naborí, eran “ojos de ensueño”. Que si fue en el grupo del hospital Saturnino Lora porque Fidel quería cuidarlo, porque era el alma del movimiento. Que si el azar le trajo la muerte por salvar otras vidas. Que si tuvo más valor que todos sus verdugos juntos. Que si aún hoy duele que no esté.
 Muchas son las razones…
Aquella fue una época donde la libertad era burlada; y mientras, el amor se hacía master en perseverancia. Frustración y anhelo iban juntos, cuando debieron primar soberanía y confianza en el futuro. Por eso en Martí estaba en el camino. Y en ese camino coincidieron otros que también querían luchar por la unidad de intereses, tradiciones y sentimientos que es la patria.
Comenzó entonces con más fuerza el empeño por cuajar quimeras, y prevaleció el carácter sobre el sudor del riesgo… Una generación casi completa volvió a entonar himnos, a escribir poemas y a cargar las armas por la libertad. José Martí escribió: “La vejez, gusta de contar la historia, la niñez de escucharla y la juventud,  de hacerla.” 
En 25 y O todavía corren aires de fundación, pues en ese apartamento debatieron largas horas los integrantes de la vanguardia revolucionaria. Allí se imprimieron varias veces Son los Mismos y El Acusador, y bajo el seudónimo de El Bichote, Abel publicó en la sección Puntillitas. Pero cuando hubo que concentrar los esfuerzos en empeños mayores, aquel joven de 25 años se lanzó –junto a otros- a una acción que algunos catalogaron de “gran locura”: el asalto al Cuartel Moncada.
Luego de los sucesos en 1953, desde la prisión de Guanajay, Haydée escribió a sus padres: “Abel fue, es y será ese hijo que no envejece, siempre seguirá con su cara tan linda, siempre seguirá para ustedes, para todos nosotros con su fuerza, con su infinita ternura, será quien nos haga ser de verdad buenos, será siempre el guía, y para ustedes, será el hijo más cercano.”
El 27 de noviembre de 1955, Armando Hart colocó junto a Haydée un retrato de Abel en el Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey, en un acto que recordaba a los ocho estudiantes de medicina. Hart expresó entonces sobre los asaltantes al Moncada: Locos, y han escrito en el único lenguaje que entienden los llamados cuerdos, en el lenguaje de los hechos, que Revolución es algo más que cambio de mando, que Revolución es transformación radical de nuestras condiciones de vida. Locos, y hoy miles y miles de jóvenes miran hacia el 26 de Julio, porque el 26 de Julio ha escrito la tesis de la nueva generación revolucionaria, que hoy por hoy, es la única fuerza que enfrenta a la dictadura.”[1]
Y claro que los miles y miles de jóvenes se multiplicaron. Hoy el Moncada sigue siendo la tesis de la Revolución, que tan bien ha pasado las pruebas del tiempo. Ahora lo imagino justamente como Silvio lo describe en su Canción del elegido: entre humo y metralla, contento y desnudo.” No puedo borrar de mi mente el rostro de Pedro Trigo, moncadista y luchador de los inicios, cuando me dijo: “Esta Revolución ha tenido hombres grandes… Imagínate: Fidel, Almeida, Raúl……..pero Abel………..Abel….” Y su voz mencionaba el nombre bíblico entre lágrimas. Abel fue y es alma...y esa es virtud de pocos.
 A pesar de que intentaron que no viera más la luz, Abel mantuvo su mirada limpia. A pesar de la tortura y lo inerte del cuerpo a fines de julio de 1953, él seguía siendo el alma de aquel movimiento. Por eso estuvo aunque la materia lo niegue.  Fue alma en los cuerpos de sus compañeros en el presidio de Isla de Pinos, y por eso la Academia Ideológica que preparó a los futuros guerrilleros llevó su nombre; vino escoltando la osadía del Granma y fue hasta la Sierra, a ser selva protectora; y hoy está en cualquier parte de Cuba.
 Sí, claro que todavía sus ojos miran. Claro que todavía pueden ser, aunque algunos creyeron cegarlos. Hay mensajes de vida que los cobardes nunca llegan a comprender; y uno de ellos lo escribió Perucho Figueredo, el 20 de octubre de 1868: “Morir por la Patria es vivir”.Y Abel, que nació el 20 de octubre de 1927, exactamente 59 años después de que se escribiera el Himno de Bayamo, dio luz a sus versos: murió por Cuba, y por eso siempre nos acompaña.


[1] Tomado de: Armando Hart: El Moncada 50 años después, publicado en Rebelión.

Patria y Amor

"No hay final. Siempre hay comienzos. Como decia el Che: hay gente que tiene ´su más allá´ en el pueblo y que nacen, que nacen siempre..."