
Era el triunfo de su Revolución, acaso el primer gran triunfo en meses de lucha; era la liberación también de Raúl, de Renato, de Boris Luis, de Tasende...de todos los que en Santiago sembraron sus sueños para hacer renacer la patria de Martí.
En un momento, las lágrimas, el abrazo del gigante... y la certeza de que, ni olvidados ni muertos, aquellos guerreros iban a hacer realidad la Revolución que habían
declarado DEFINITIVA en el Manifiesto del Moncada.