Este viernes nos vimos por primera vez... Nos debíamos conocernos luego de tantas charlas mediante esa cosa "siniestra" llamada Facebook que nos permite conocer, combatir y también hacer buenos amigos que a veces rompen el status de la virtualidad....
Llegué temprano, por suerte, y aunque andaba cargada de bultos, no podía fallarle a esa muchacha que nos hizo llorar con sus palabras, lloró ella misma metida en sus recuerdos y las fotos de Juvenal, y luego nos deja como recuerdo de ese momento un libro hermoso sobre cómo también en el infierno se puede sembrar vida....
Hubiera querido hablar, pero me daba pena....Hubiera querido decirle que cuando el terremoto en Haití, mi Felipe tenía casi dos meses de nacido y yo estaba de liciencia de maternidad en casa...y que cuando vi la primera vez aquel título: Haití, el Infierno de este mundo, supe que leería algo más que una nota periodística...Volví a mis clases del Pre, a la novela de Carpentier...y me dije: esta muchacha sabe o acaso no sabe lo que está empezando a hacer.... Me volví seguidora de cada nota suya, y en especial de las crónicas...
Por eso la cita con ella y con el libro era indispensable... Desde el primer día que llegó a Haití estaba naciendo este libro que ahora hace eternas las vivencias de Leticia Martínez Hernández junto a su compañero de combate cámara en mano, Juvenal Balán.
Al final la pena me pudo y no hablé...por eso hoy escribo, para que de alguna forma le llegue a Lety que ya nos conocíamos desde mucho antes... Y que le agradezco infinitamente hacer el periodismo difícil de lo hermoso en medio de tanta muerte...Le agradezco haberme iluminado aquellos días con sus letras y tener al menos, si no una foto, el primer libro autografiado de la tarde de este viernes 6 de febrero.
Solo de leerla se sabe que estamos ante una persona excepcional, de las que conmueven porque están conmovidas, y esa -como me dijera un amigo- es virtud de pocos...
Solo de leerla se sabe que estamos ante una persona excepcional, de las que conmueven porque están conmovidas, y esa -como me dijera un amigo- es virtud de pocos...
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