Hace breves días, el 24 de diciembre, me fue imposible resistir la
tentación de ir a visitar a mi madre, la que no veía desde hacía varios años. Cuando regresaba por el camino que cruza a
través de los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un sentimiento de
profunda devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos hizo detener
allí, en aquel lugar donde se levanta el monumento que conmemora la Protesta de Baraguá
y el inicio de la Invasión. En aquella
hora, la presencia en aquellos sitios, el pensamiento de aquellas proezas de
nuestras guerras de independencia, la idea de que aquellos hombres hubiesen
luchado durante 30 años para no ver logrados sus sueños, para que la República se
frustrara, y el presentimiento de que muy pronto la Revolución que ellos
soñaron, la patria que ellos soñaron sería realidad, nos hizo experimentar una
de las sensaciones más emocionantes que puedan concebirse.
Veía revivir
aquellos hombres con sus sacrificios, con aquellos sacrificios que nosotros
hemos conocido también de cerca. Pensaba en sus sueños y sus ilusiones, que
eran los sueños y las ilusiones nuestras, y pensé que esta generación cubana ha
de rendir, y ha rendido ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de
lealtad a los héroes de nuestra independencia.
Fidel Castro Ruz,1 de enero de 1959, Santiago de Cuba
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