El
periodismo, profesión y oficio que tanto hace soñar; actitud ante la vida que
permite tomar partido, compartir con los semejantes, representarlos, escuchar y
hacer que otros escuchen y comprendan; para algunos, tal y como diría
Chesterton, autor de El hombre que fue
jueves: “la profesión de los que se quedaron sin profesión”; y para otros,
lo que afirma Leonardo Padura: “uno de los oficios más peligrosos y, sobre
todo, uno de los más ingratos del mundo.”
Se es periodista cuando no
se puede dejar de escribir, de sentir la necesidad de opinar y compartir el
criterio con responsabilidad. Se es periodista cuando el compromiso con la
verdad y la justicia están por encima de cualquier interés personal.
Raúl Gómez García fue un
periodista. Su obra no puede considerarse de las más extensas ni encumbradas
porque su asesinato en el Moncada, a los 24 años de edad, impidió que la
pudiese desarrollar. Sin embargo, el amplio material y los testimonios
obtenidos durante esta investigación, son suficientes para afirmar que el 26 de
Julio de 1953 Cuba y la
Revolución perdieron a un periodista de filas.
Escribir, dirigir y fundar órganos de prensa,
hacer radio, prensa escrita, diarismo; moverse con soltura en varios géneros
del periodismo, editorializar con estilo propio, enfrentar con aguda crítica
los males de la sociedad donde vivió, y poner por ello en riesgo su vida,
demuestran la pertenencia de Raúl a la profesión que él mismo definió -a los
trece años- como: “la función social de más mérito que puedan tener los hombres”.
Con el número tres de El Acusador su desempeño periodístico no
concluiría. Fue en él en quien pensó
Fidel para
redactar el manifiesto A la Nación,
que exponía el programa del movimiento. Y
fue en él en quien también pensó para que le diese lectura, una vez tomada la
emisora de radio en Santiago el 26 de julio de 1953. A Raúl le tocaba
convocar al pueblo, improvisar un espacio con música revolucionaria y
discursos, y llevar a cada habitante de la ciudad las razones del asalto a los
cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Si bien es cierto que no se
inscribe ese manifiesto en algún género periodístico, sí formaba parte de la
campaña en el medio radial que apoyaría la acción. Y eso también es periodismo.
Un periodismo revolucionario.
Sin embargo, el
desenvolvimiento de los hechos no permitió que todo se desarrollase como estaba
previsto, y el fallo del factor sorpresa dio al traste con los planes y con la
vida de muchos de sus participantes. Raúl estaba en el hospital Saturnino Lora, donde se suponía había
menor riesgo, para salir a realizar su labor. Pero, por el contrario, fue allí
donde más sangre joven y valerosa se derramó.
Aunque no pudo cumplir su
cometido, vibraron sus palabras y las de sus compañeros en el que sería el
conocido como Manifiesto del Moncada, en
honor a la acción.
El hombre que, según dijo
Raúl a su madre, “pensaba y sentía como él”, lograría años más tarde junto al
pueblo el triunfo de la Revolución, y la encabezaría de manera magistral,
sobreviviendo al tiempo y a las pérfidas intenciones de sus adversarios. Fidel
Castro Ruz continuaría pensando y sintiendo como sus compañeros del Moncada,
los mismos de los que aseguró que no estaban olvidados ni muertos.
El 26 de julio del año 2005
Cuba fue testigo de una de las manifestaciones más hermosas de un líder que
recuerda la Historia
patria. En el acto central por el aniversario 52 del asalto a los cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, celebrado en el teatro capitalino Carlos
Marx, el Comandante en Jefe Fidel, en una preciosa muestra de humildad e
identificación con el pueblo, dijo:
"Me
atrevo a dar las gracias en mi nombre y en el de todos ellos, porque llevo
sobre mi conciencia el peso enorme de haberlos persuadido a realizar tan
atrevida acción, sin que el azar me haya impedido recorrer tan largo trecho de
lucha revolucionaria hasta este instante emocionante, 52 años después."
El 26 de julio de 1953
significó el comienzo de otra etapa que coronó los anhelos patrios defendidos
por tantas cargas al machete, tantas plumas encendidas y tanto bregar
inconcluso.
El Moncada fue el plan
perfecto de asaltar, más que una fortaleza, el corazón de un pueblo que nunca
volvió a ser el mismo.
La identificación de ambas
personalidades fue indudable. No por gusto Fidel le dio a Raúl Gómez García la
misión de escribir, en nombre de su generación, el manifiesto de la lucha en
1953.
Las palabras tienen color,
olor y cuerpo cuando se saben combinar. Por eso, cada vez que un protagonista
ha recordado los instantes del 26, Cuba entera puede ver, respirar y acariciar
el ajetreo de un grupo de jóvenes que fraguaba el futuro. No hay un árbol que
crezca más y mejor que el que tiene debajo un muerto, como decía Martí, y esta
patria de hombres libres se levanta desde su Historia.
Por
la dulce memoria de Martí…en su nombre y por la patria, perdura
Raúl en la poesía y el periodismo de esta incesante lucha por la vida.