sábado, 8 de marzo de 2014

Cambié de idea


Iba a hablar de colores…Iba a empezar uno a uno: primero, por los primarios; luego, los secundarios…en fin…Pero el arcoiris me censuró…
Qué lástima: voy a tener que seguir hablando de pelota.
Cada vez falta menos para el inicio de los play off, y aún quedan pendientes decisiones que sobrepasan ya los límites del morbo, pero que para ciertos equipos pueden ser definitivas....De cualquier forma, ante un reclamo oficial es obvio que el silencio no será la respuesta... no puede serlo....Toca esperar-y ojalá no sea mucho-.
Y es que el deporte crea tensiones y a la vez hace que las personas vivan sensaciones de excitación que en el campo de la realidad no pueden manifestar por tratar de mantener la cordura y cumplir con las normas sociales de comportamiento. En un estadio usted aligera el espíritu y lo realiza en dimensiones imposibles muchas veces para la rutina que vive. Emociones contenidas o desmedidas...pero siempre están ahí.
Hablaré desde las gradas, desde la sala de mi casa, como si tuviera sentado a Felipito a mi lado....-aunque él no me entienda, pero al menos pensando en él-.
El deporte en el tiempo de ocio es una de las principales opciones, precisamente porque ofrece esa posibilidad de vivir miméticamente situaciones que en la realidad no podemos o tememos enfrentar. El deporte permite sentir temores, euforias, alegrías y penas que en la vida cotidiana se tienden a neutralizar con el comportamiento socialmente aceptado. Son sensaciones que muchas veces buscamos, incluso hasta pagamos por tenerlas, como aseguran los sociólogos del deporte Eric Dunning y Norbert Elias.
Si no se capta bien la función de la emoción mimética en las actividades recreativas, difícil será evaluar los hechos, las implicaciones sociales de estas.
El deporte en sí, para su propia superviviencia, necesitó en sus inicios de la civilización, puesto que las primeras prácticas no tenían regulaciones y eran solo consideradas entretenimiento, y se tornaban demasiado violentas con daños a los participantes y el rechazo de los espectadores. (De esas cosas ya sabemos...)Por tanto, las reglas son las que determinaron el inicio del deporte moderno, la diferencia entre el juego, los enfrentamientos salvajes, con la práctica  sana y consciente. No cumplirlas es lamentable y va en detrimiento, precisamente, de la civilización.
Cuando en medio de la euforia se pierde  la noción de lo real, y se unen el espacio mimético que se vive durante un juego con la realidad, se desatan emociones dañinas para el individuo y para quienes le rodean. Me refiero entonces a la violencia que pueden generar tantas emociones acumuladas y luego exacerbadas en una competencia deportiva. Y ello es válido para el público y el para el atleta.
 Pero este fenómeno no es exclusivo de ningún deporte ni sociedad. Sucede hasta en las  consideradas "más serias y frías", como la inglesa, y de ello dan cuenta Elias y Dunning, al hablar de que hasta los ingleses, tan callados, van a los estadios y se desdoblan en medio de un partido de fútbol.
 En todas sus variedades, el deporte es siempre una batalla controlada  en un escenario imaginario, sea el oponente una montaña, el mar, un zorro, u otros seres humanos.
A todo esto se suma que el deporte es visto como una actividad que tradicionalmente iba a lo masculino, - a resaltar el valor, la fuerza, la rapidez de los hombres y a la creación de héroes-; pero hoy día también incluye a las mujeres con excelentes resultados como atletas y como espectadoras. Por tanto, el tema de probar la "hombría"  alcanza otras connotaciones desde el enfoque de género. La violencia se rechaza tanto en hombres como en mujeres; y ello aumenta en países donde persiste en el imaginario la idea de la delicadeza femenina obligada y de su sometimiento al hombre.
No se puede descartar, no obstante, que en determinados contextos también el deporte es visto como un sustituto de la guerra, donde las naciones ven la posibilidad de medirsse y demostrar su superioridad. De ahí que se les exija tanto a los atletas un resultado, sin importar el costo ni el disfrute de lo que hacen.
Hay que dejar que el deporte crezca y tome nuevos bríos en sus  formas recreativas, en la armonía que lo funda.Aprender a mirar el deporte desde dentro no puede ser una simple figuración eventual para quienes aspiramos a mantenerlo como práctica sana, como rasgo identitario de nuestras sociedades; ha de ser visto como realidad que existe, pero que además cultiva el imaginario de las personas que ven en él el espacio de muchos de sus sueños -de una forma puede que eufórica, pero siempre civilizada-.
Mirar el deporte de esta manera permitirá, además, analizar con mejores herramientas lo que sucede en el contexto actual donde los resultados y las exigencias extremas echan por tierra el fair play,  y se pierde la esencia de un fenómeno social de gran influencia. 
Salvar una de las prácticas humanas más seguidas y populares de la actualidad, será también salvar al ser humano con sus creaciones, con sus avances sociales, y con su empeño siempre de seguir creciendo. 




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