domingo, 7 de septiembre de 2014

El compromiso con él....




Lo conocí en la Fragua Martiana. Allí es donde pude conocer a muchos de los que escriben esos libros de historia de Cuba que leo, y tenerlos de maestros era un privilegio. Muchos fueron, dos veces por semana, en la mañana y en las tardes, con sus exigencias y su gracia, con su sabiduría y sus maneras de contar la Historia.
Loyola era un personaje, un maestro de esos que te hace vivir la historia, que vincula el pasado con el presente de una forma natural y única.
Fue maestro desde muy joven, dio muchas clases, muchas, y formó generaciones enteras que pasaron por la Universidad. Allí era un hombre querido, respetado y seguido por sus estudiantes. 
En nuestro grupo, sufríamos si teníamos que faltarle a una clase... No queríamos perdernos nada de cuanto decía... No puedo olvidarme tampoco de cuando nos hablaba del periodismo y de lo que debía ser… y me miraba “como quien no quiere las cosas”…. Porque allí, en el grupo, éramos de tan diversas carreras, de tan distintos perfiles….pero él sabía cuquearnos el bichito de la Historia. Y lo mismo en el aula de calor insoportable, que bajo los árboles del patio de la Fragua, nos llegaba su clase.
Allí estaba, con su pomito de refresco "de polvito" para mitigar la fatiga, o su medicina por la operación, o sus historias de juventud para descansar 5 minutos de una clase en la que no se descansaba, y todos queríamos oírle y reír y aprender con él….
Siempre me pregunté cuán hermoso hubiera sido para los estudiantes de hoy, de cualquier secundaria o preuniversitario, tener un maestro de Historia como Loyola, que arrancara de los libros las palabras y las entregase con toda la dramaturgia de la vida.
Para el Maestro que pude conocer por esas suertes de la vida, mi abrazo.
Este año me gradúo, profe.

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