jueves, 4 de diciembre de 2025

Inclusión… con las reglas de Rodo…


A propósito de la serie “Las reglas de Rodo”, bien recibida y celebrada por la teleaudiencia, los que vivimos una realidad similar en nuestras casas esperamos que esta sea capaz de sensibilizar a una sociedad que necesita conocer y entender esa realidad -sin resistencias- para poder incluir.

Quienes vivimos situaciones similares o tenemos un niño o niña con algún trastorno en el neurodesarrollo (sea TEA, TDAH, dislexia, Discapacidad Intelectual...), nos identificamos con la serie, la aplaudimos…y pedimos más… Es necesario que se conozca, que se divulgue el adelanto de nuestros expertos, de nuestros siquiatras y grupos multidisciplinarios -no solo en congresos sino también en productos de este tipo- para que nuestra sociedad comprenda que realmente la inclusión no es estar sentados en un mismo sitio uno al lado del otro; sino las maneras de ofrecer oportunidades para crecer, formar parte, reconocer las diferencias, potenciar habilidades y compensar cualquier discapacidad. Es como dice Fidel, en el concepto guía de nuestra Revolución: ES SER TRATADOS Y TRATAR A LO DEMÁS COMO SERES HUMANOS.

La existencia de escuelas especiales para niños con discapacidades físico-motoras, intelectuales, de ¿conducta? o neurodivergentes -como el caso del joven de la serie- han sido siempre un principio de la educación en la Revolución impulsada por Fidel, para que no quedase ninguno fuera de las oportunidades de aprender y desarrollar todas sus potencialidades; para que todos recibieran la atención especializada y esmerada, con maestros preparados para comprender y amar. Es un hecho, en nuestro país, la situación económica que golpea a este sector furibundamente, el éxodo de personal a otros sectores, pero también hay lo más hermoso: los que deciden quedarse a seguir apostando por el futuro, porque como asegurara Luz y Caballero: tengamos la educación y tendremos patria.

A pesar de todas las dificultades, en esas escuelas se intenta, se avanza y se crece. Nos enseñan a los padres de los niños neurodivergentes, a entender que el logro no es solo la meta, sino cada paso; y que cada paso, por pequeño que parezca, es un logro que hay que celebrar y motivar para conseguir otros mayores. Aprendemos que hay formas de ver el mundo que son únicas, ya sean azules, anaranjadas, de arcoíris; formas puras de amar y reaccionar, donde no existen los miedos ni las limitaciones, sino la sensibilidad de captar con más intensidad el mundo, y lo ven tan hermoso y llamativo, que no pueden estar quietos en una silla por más de 10 minutos; o estar tranquilos en un sitio hasta comprender mejor toda la información que reciben y que los “neurotípicos” no ven porque ya viven en este mundo de reglas a cumplir.

¿Y qué es ser neurodivergente, neurotípico? ¿Uno es mejor que otro? No, compañeros: son clasificaciones para maneras diferentes del cerebro de percibir el mundo, de entenderlo y de reaccionar ante él. Que la norma social implique el ajuste de conductas y comportamientos para la inclusión, no significa que hay que curar o cambiar un cerebro “con problemas”. Son simplemente necesarios para adaptarse a vivir en una sociedad con un orden que nos antecede a todos, pero que también cambia y aprende. Ser neurotípico no es sinónimo de ser perfecto; como tampoco ser neurodivergente implica ser inferior.

Podrían ser muchas las valoraciones.

La inclusión de niños neurodivergentes en una escuela de enseñanza regular es un derecho que ampara nuestra Revolución, avala e impulsa nuestro sistema educativo, el Objetivo número 4 de la Agenda 2030, y toda la intención y esfuerzo de quienes comprenden esta realidad.

Sin embargo, es un reto por cuanto el personal docente no está preparado en su mayoría ni completo para recibir a esos pequeños que vienen ansiosos por mostrar su mundo y compartirlo con otros. En ese sentido, hay quienes le ponen todo, y hay quienes no.¿Debemos renunciar a incluirlos por ello? No sería justo no hacerlo. Ni coherente.

Deberá ser la capacitación y la autopreparación la que complemente este proceso de alianza hogar- escuela- Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO)-maestros de apoyo- especialistas de salud. Si no hay alineación de estos factores; si la mirada desde la institución educativa sigue inmersa en planes difíciles de adaptar a estos pequeños; si el CDO y las instituciones de salud no trazan una pauta común para su adelanto en conocimientos y acción, el niño podrá sentarse en una silla de un aula regular, pero no habrá inclusión. La voluntad política y humana tiene que llegar a la base, y a los hechos.

Y la inclusión es un derecho. Como casi todos los derechos: este hay que pelearlo, pero sobre la base del amor, la comprensión y el bienestar de los niños.

Quien escribe no es siquiatra, pero gracias a las buenísimas que conozco y a mi hijo, he aprendido algo de estos temas y, sobre todo, he aprendido a aprender; quien escribe no es maestra, pero las conozco inmensas…. y también diminutas.  Quien escribe es mamá. Mi tiempo no es el de una consulta, ni 8 horas en un aula: mi tiempo es la vida entera…y mi evaluación es la del alma.  

Soy testigo de pasión, y ello me obliga a escribir, a tomar partido, para iniciar el relato de una realidad poco conocida en nuestros medios, aunque en ello vaya semidesnudar historias que arden en mi propia carne. Por eso prefiero a Pablo de la Torriente cuando decía que sin pasión no hay verdad.

Escribo para descubrir aristas nuevas de la vida de estos pequeños, de cómo llegan a una escuela especial; cómo salen y son felices en otra, o no lo son, pero para ayudar a que lo sean... Escribo en nombre de los que agradecemos Las reglas de Rodo, y esperamos que desde el periodismo, la educación, y el corazón de nuestro pueblo, esas reglas se cumplan siempre en nombre del amor para todos nuestros niños.