Hoy amanecí con el Pablo de Míriam, Víctor Joaquín y Charly en la cabeza...será que llevo varios días escribiendo bastante.... y eso me recuerda los tiempos de la Facultad, en la que cada ventana que se movía, cada puerta que se cerraba de súbito, tenían a Pablo detrás.....porque desde aquella conferencia que Víctor Joaquín nos dio donde confesó que lo veía en todas partes, aprendimos a tenerlo entren nosotros también..Luego Míriam Rodríguez, con la cátedra hermosa en la que entonces Ruth visitaba y presidía sus espacios...y luego Charly, una especie de "Pablillo" regado por la facultad, haciendo caricaturas, escribiendo bien y con desenfado, con alegría y viendo siempre de más con sus espejuelos que leían lo visible y lo invisible..... A Pablo, aunque ya lo conocíamos, aprendimos a quererlo más en la Facultad de Periodismo gracias a sus letras y a quienes siempre supieron la necesidad de hacerlas imperecederas para quienes intentamos comenzar el camino del periodismo.
Por eso hoy comparto algo que escribí hace unos añitos, sobre su obra Presidio Modelo...mi mirada a historias desgarradoras, reales, necesarias de conocer y también bellas.
¡Hasta aquí!
5:30 am
Muy buenos días, estimados penales
del Presidio Modelo de la hermosa Isla de Pinos. Hoy estaremos transmitiendo
por una improvisada radio local el partido amistoso de béisbol entre la
selección de los Mandantes y la de los Penales, que se celebrará a las 6:30 de
esta tarde.
Usted, recluso, no se sienta
incómodo. Si no puede jugar esta vez, no se preocupe. En la tarde, cuando
regrese de su trabajo en La Yana
o La Fuente Luminosa
seguramente querrá venir a animar a sus compañeros de Circular.
Y desde ya le vamos adelantando los
integrantes de ambos conjuntos. La alineación
invariable de los Mandantes tiene como torpedero a Santiago Badell; en
la antesala, a Fernando Lugo; Durán cubrirá la inicial mientras Cortizo lo hará
en segunda base; el designado será el Cabo Quintero y en los jardines estarán
Domingo “El Isleño”, Fu-Manchú y Pérez Cubas; el receptor será Goyito
Santiesteban y el lanzador, Pedro Castell.
Castell, pitcher obsesionado con el
orden. “Ponchador” por excelencia, dispara conscientemente al mismo centro del
plato. Una de sus máximas en la vida es: “EL HOMBRE ES UNA MÁSCARA VIVA.”
Por el equipo de los Penales, que
aún tiene sus contradicciones sobre quién merece jugar en el cuadro y quién en los
“files”, participarán: Cristalito, en tercera base; Guillermo Valdés en el
campo corto; Amado Kindelán será el jardinero derecho mientras Raúl González se
desempeñará en la receptoría; Anacleto Mayor cuidará la pradera izquierda;
Hilario Peñalver será el bateador designado; Raúl Roa cubrirá la segunda base;
Ramiro Valdés Daussá estará como inicialista, y Roberto Lago como jardinero
central.
Pablo de la Torriente Brau será el
lanzador. Este joven se destaca por su recta potente, que ronda las noventa y ocho
millas por hora, y está reconocido como uno de esos pitchers “guapos” que no
vacilan en pasar la bola por el medio con la cuenta completa.
Para cualquier percance, estará
habilitado el Pabellón Hospital con atención rápida y directa del doctor Francisco Santiesteban, más
conocido como “Panchito el Médico”, y famoso por su prestigiosa hoja de
servicios en Presidio. Se les recuerda además, a los que regresen agitados, que
se inyecta aire gratis en vena.
6:30 pm
Sí, muy buenas tardes. Otra vez
desde este espacio les informamos que lamentablemente el juego de béisbol no se
efectuará, porque en las últimas horas el equipo de los Penales ha sufrido
ligeras bajas que impiden la presentación de la nómina completa. Los ausentes
son: Guillermo Valdés, pues “lo cogió la rueda”; Amado Kindelán, al que “le
cayó una Circular arriba”; Raúl González, pues “fue a juicio”; Hilario
Peñalver, “Ñampio”; y Anacleto Mayor, que fue “llevado para El Industrial”.[1]
El partido se pospone. Gracias por
la atención.
A veces
todo resulta demasiado inseguro. Hasta la vida puede estar sujeta a criterios tan variables como el día en que
un Cabo Quintero amanecía con el cuerpo “pidiéndole la roja”.
Aquí
aparece entonces la palabra mordaz,
directa, de Pablo denunciando lo inhumano e injustificable del Presidio Modelo.
Quizás ahora 105 días preso en El
Príncipe fuesen una pequeñez comparados tan solo con una de las Circulares en
las que se consumían las vidas de muchos hombres. Aún así, sobrevivían los
deseos y la alegría cuando había “puchiribanga”[2] o se
chocaba, frente a frente, con una “Revista Española”[3].
Muerte y
vida convivían sádicamente en una perfecta relación dialéctica. Y nadie
escapaba al estremecimiento cuando en el silencio de la madrugada sonaba
el motor del camión que transportaba a los delicadamente llamados “fallecidos”.
La crítica
revolucionaria de Pablo se basó en la utilización de una profunda ironía.
Presidio Modelo, irónico hasta en su nombre, no es más que la paranoica
expresión mental, verbal y factual de todo un aparato de gobierno presto a
exterminar cualquier corriente dañina a su juicio. El propio nombre es fruto de
un sistema que se burlaba de Liborio, mal acostumbrado a pagar cuentas ajenas.
El
testimonio es fuente primaria de Historia, pero una historia que puede cambiar
en tanto varíen sus relatores. Cada testimonio, incluso de una misma situación,
puede dibujar elementos nuevos, adornarlos o borrar sucesos. No estamos
hablando de un texto escolar, donde la necesaria síntesis a veces no anima a
hurgar, a profundizar en detalles decisivos y aparentemente secundarios; se
está hablando de una vida que cuenta, de una experiencia que ha revivido
espacios notables que en ninguna otra literatura se encuentra con tanta
abundancia.
Pablo
hubiese preferido solo soñar un Presidio, antes que haber escrito uno de los
mejores testimonios de la literatura cubana sobre él. Periodista nato, de esos
para los que las páginas se llenan de pasión y verdad, realizó un fuerte
trabajo de recopilación de datos, relatos y vivencias para llevar a muchas
hojas los párrafos de condena que su maquinita de escribir imprimía con fuerza.
Entonces
diez partes de un libro, con cincuenta y tres capítulos, recogen un análisis de
gran agudeza psicológica, en el que se retrata por dentro a cada uno de los
principales sujetos que se relacionaban con los presos políticos. Sin embargo,
a pesar del odio que causaban muchos “mandantes” por archivar una casi
incontable lista de asesinatos, la figura del Capitán Pedro Castells producía
en Pablo algo más.
Castells
era el hombre que vivía en y para el Presidio, el que soñaba con
“limpiar” la sociedad cubana de determinados sectores que la corrompían. Y, sin
ánimo de justificar su conducta criminal, no deja de reconocer la atención
diferenciada a los presos políticos, y la relativa flexibilidad que denotaba
cierta inteligencia, más allá de la fuerza bruta.
El “Zar de
Isla de Pinos”, el que escribía frases “célebres” y las hacía repartir en la prisión,
el hombre que decía: “la verdad se oculta temporalmente pero no se pierde”.
Castells defendía su verdad, su idea de la vida y de las cosas. Y, como de
costumbre, todo suele ser demasiado relativo.
Cincuenta y
tres capítulos. Todos cortos, claros, concisos, con el estilo periodístico que
Pablo nunca abandonó. Incluso llaman la atención los títulos de “Escenas para el cinematógrafo”,
en los que el escritor muestra la dinámica de su narrativa con la descripción
de momentos en planos cinematográficos, sobre todo en primeros planos, que
fortalecen la emotividad del relato.
No estamos
ante una obra literaria que sigue fielmente las bases aristotélicas de la
historia con introducción, desarrollo y desenlace. El carácter testimonial de Presidio
Modelo hace que cada uno de sus episodios sea una trama en sí, con o sin
esos fundamentos dramatúrgicos clásicos; por lo que cada uno puede ser leído
sin respetar el orden en que se encuentran.
Pablo
dedica cada una de las partes a un sector distinto del presidio, ya fuesen
oficiales, enfermos, lugares y sucesos. También incluye estadísticas en las que
relaciona los nombres de los muertos en ese tenebroso sitio, y los de los presos políticos. El trabajo de
investigación minuciosa asoma en cada momento como una de las características
del buen periodismo que ejercía el autor de tan desgarradoras, acusadoras y
aleccionadoras páginas.
Aquellos
hombres reclusos, víctimas de su naturaleza biológica o de una sociedad sin
muchas opciones, luchaban por no
integrar la “Cuadrilla General”, que era así como llamaban al cementerio.
Para ello había que sobrevivir a un rudo trabajo y a los caprichos de ciertos
superiores.
Ninguna
palabra está escrita para exagerar y menos para justificar los abusos que se
cometían en aquel lugar. Cada vocablo está ubicado en el lugar exacto para causar
la sensación precisa. Un acopio formidable del lenguaje popular, una
coloquialidad atrayente, un sarcasmo que obliga a la sonrisa en ocasiones.
Para Pablo
nunca existió el lenguaje rebuscado ni la alteración excesiva del orden sintáctico de una oración, a menos que fuese
su total intención. Es un escritor que narra historias como si estuviese al
lado de otra persona contándoselas, con una gran necesidad de ser escuchado o
leído. Utilizar la nomenclatura del Presidio no es más que un recurso indispensable
para lograr el acercamiento real a la forma de vivir de personas para las
cuales el fango de La Fuente Luminosa
o el abuso sexual de un superior, podían ser los recuerdos diarios del supuesto
error cometido.
Si
importantes resultan las palabras de cada relato, también lo son aquellas que
introducen cada gran parte, cargadas de la ira y reflexión del tiempo posterior, de adjetivos que
describen bien, aunque no siempre ilustran en toda su magnitud cómo era estar
preso en Isla de Pinos. No hay más metáfora que la propia vida. Pablo no
necesitaba inventarse las imágenes porque allí estaban; solo tenía que
reproducirlas.
Los
personajes protagónicos de Presidio
Modelo son todos los que allí vivían y morían, todos los que tuvieron que
ver de alguna manera con el desarrollo de los acontecimientos. Los relatos
están narrados, en gran parte, en
primera persona, que todo lo cuestiona, analiza y juzga. Son
incorporados también los escritos propios de otros reclusos, lo que ratifica a
todos aquellos seres humanos como
actores principales del Presidio.
Esas
personas, condenadas al aislamiento, ya con el tiempo tenían sus nuevas
costumbres; aprendían a ver lo que
hay dentro de los ojos, y se acostaban cada noche y se levantaban cada día con
el ánimo que dona la esperanza, o por obra y gracia de la Santa Resignación.
La
condición de Pablo de la
Torriente como prisionero político, hizo que él y sus
compañeros de lucha no sufrieran directamente lo que los presos comunes. Sin
embargo, la sensibilidad extrema y la vocación para escribir hicieron que se
recogiese la atmósfera de impotencia ante los muros, cercas, fango, fusiles,
que no dejaban alimentar la idea de volver a los hogares; y que se mostrara la
necesidad de un cambio social.
La Yana, La Fuente Luminosa, la Loma de Tierra. En esos
lugares hay cementerios naturales. Hacia esos lugares partían muchos sin la certeza del regreso.
Esos eran los sitios de trabajos forzados
durante casi doce horas diarias para los reclusos comunes. Toda una bien
llamada “geografía del pánico”, en la cual quedaban enterradas personas
inocentes y culpables.
Pablo
siente repulsión por esos sitios y los describe de ese modo. La Isla de Pinos se había
convertido en un lugar triste y símbolo de confinamiento para muchos cubanos.
Es entonces imposible obviar al tirano Gerardo Machado; es imposible no
defender la verdad y criticar los sellos que una dictadura estampaba en la nación;
es imprescindible entender Presidio
Modelo como una de las denuncias más contundentes al entonces podrido sistema
judicial de Cuba.
Este gran
testimonio salido del talento de Pablo y de la ruda realidad, es ese anuncio de
que el cambio se impone y que aunque a veces fallen revoluciones, el
mejoramiento social es una necesidad que reclamará sacrificios en tanto no se
satisfaga.
Y alguien
decía que por simplezas en ocasiones discute y pierde el hombre; y de simplezas
que terminaban con ráfagas estaba lleno el Presidio. Para las nuevas
generaciones, acercarse a esta obra maestra del testimonio.
Por esta
razón, más que un “¿hasta cuándo?”,
esta obra es un “¡hasta aquí!”; es
el límite de la tolerancia de los revolucionarios, que irremediablemente tienen
que actuar ante el estado de cosas.
Y porque
los ojos de Pablo se hicieron para ver sucesos extraordinarios y aquella
maquinita, para escribirlos; y porque lo
que él llamara “la emoción del impulso” es
la que ayuda a hacer revoluciones verdaderas, es necesaria la lucha; no solo
para morir defendiendo causas justas, sino para vivir, que también es bello.
[1] Todas las frases entrecomilladas de este párrafo eran
maneras de decir en el Presidio que una persona había muerto o había sido
asesinada.
[2] Leche condensada
[3] Arroz blanco y frijoles negros
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