La Plaza tan imponente como siempre, aunque parezca a veces que la mística
de Fidel, la magia que inspira, no está. Y es que hay que acostumbrarse a
tenerlo de otras maneras, de las que siempre perduran, como su palabra. Me desperté sola y sola
llegué hasta la Plaza
pensando mil soledades ahora que se acerca el 26 de julio…
No veo un tope más
alto como no sea demostrar que esta no es la obra de un solo hombre, porque
sería negarnos. Hemos vivido momentos delicadísimos desde hace más de cien
años, por la ruta de personas que siempre fueron lo mejor de su momento, que
siempre estuvieron a favor de lo más adelantado…y gracias a ellos estamos aquí.
Cuidar con celo nuestra misión no es vanidad generacional, sino responsabilidad
con el futuro.
Hemos andado con
personas especiales que han sabido llevarnos del brazo hasta en los más
difíciles instantes, incluso cuando hemos sentido que estamos solos. Ahora veo diseminado
en aire, el cielo y el mar de mi país, el azul de una mirada que quise. Pero
también veo un verde entrañable y extrañable
-sobre todo en las cimas-, allí donde sobresale lo mejor de nuestra naturaleza…
Todos tenemos nuestros azules y verdes... Hay compromisos que no se rompen con nada. El tiempo los solidifica y, en lugar de
borrar imágenes, persiste la certeza de nuevas marchas y nuevos combates por
amor.
Pero Cuba, el
país que provoca poemas, que seduce con la temperatura de sus almas, es mucho
más que azul y verde, aunque sean los colores que más veo. Es la mezcla de
colores y voces de todos los que extrañamos y nos levantamos cada
día por las mismas razones. Y también cuando la conga demuestra que seguimos
siendo alegres; cuando banderas de otros pueblos nos acompañan alentándonos;
cuando familiares, amigos, cuando los que hicieron la Historia más reciente,
cuando el Himno de Bayamo, cuando el del 26…cuando la caldera hierve y nos
cocinamos al sol en una mañana que a la vez nos alimenta.
Con los jóvenes va
un sueño, nuevo por su tiempo nuevo, y viejo por lo que defiende. La cima está
allí, en la Plaza,
y está aquí, en cada uno de nosotros…
Regresa entonces
la mística a la Plaza,
y se mantiene la magia de la revolución que un joven de 33 años coronó seguido
por todo un país... Juntarnos es ya costumbre, modo de vida; y
no habrá despedidas, sino bienvenidas y agradecimientos perdurables…
Nos pasamos la
vida coqueteando con cimas personales: ascendemos, caemos, o bien las
sobrepasamos y luego vemos a lo lejos, una mayor. Siempre será así. Pero hay
una cima que trasciende y sobrepasa a todas las demás, y es esa que nos pone a
prueba cada día y se nos ratifica en fechas especiales: lo mismo en un aula
impartiendo o recibiendo clases, leyendo un buen libro, construyendo con la
palabra y con hechos, compitiendo por la alegría deportiva, llevando el arte a
todos los rincones, luchando por la vida aquí o en otro país, ayudándonos y
creciendo de espíritu. Tenemos que parecernos a lo mejor de nuestro tiempo y tomar lo que más valga de
otras épocas, seguir creando y siendo parte activa de lo que nos rodea; continuar
con el mismo amor que nos trajo hasta aquí, con el mismo que se nos dan hoy las
banderas, y con el mismo que las compartiremos con quienes crean en el futuro.
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