Son sesenta años y Santiago sigue amaneciendo entre los ruidos y los recuerdos de una ciudad que guarda momentos especiales....Las montañas parecen cuidarlo todo en silencio...
Debo una visita, otra carta de amor y una conversación a mitad de noche en pleno centro de la ciudad.....
Le debo un amor a Santiago, o quizás dos....uno nuevo y otro viejo, pero ambos entrañables y presentes.....
El Moncada se llena de gente hoy para celebrar un acto, pero diariamente se llena de niños, de sus sonrisas, de ojos que saltan sobre los muros para ver más allá y buscan los límites de la ciudad con sus calles empinadas, con su bahía y sus calores....
El Moncada sobrepasa hoy cualquier celebración y se convierte en un día a día interminable, en una batalla eterna por la vida, incesante y hermosa....
El papel me puede más hoy.....solo puedo decir que amo a la vieja Virginia y celebro con ella y su familia el día más alegre de la Historia...el día en que una pila de jóvenes fueron más felices cuando partían al lugar donde lo más importante era honrar al Maestro....Y lo hicieron, y dieron luz de aurora.....
Santiago fue, desde entonces, una ciudad más profunda, heroica.... hermosa...
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