Se murió Luis Báez, así me dijo rotundamente en la mañana un amigo. Era noticia la muerte de un hombre que vivió por y para el periodismo. El colega que siempre buscó el “palo periodístico”, como se le dice en el gremio a las informaciones de impacto, el cubano que por más de 60 años ejerció el mejor de los oficios y uno de los más talentosos entrevistadores. En ese instante, en que Edy de la Pera, uno de nuestros camarógrafos aquí, me dio la noticia lamenté mucho estar del lado de acá del Caribe, en la Venezuela que tantas veces Luis visitó. El mar que nos separa impide que esté en sus funerales en La Habana, pero no que escriba mis recuerdos y sus enseñanzas. Los azares de la vida hicieron que conociera de la enfermedad que se lo llevó para siempre en la tierra de su amigo Hugo Chávez. Pensé que iba a desafiar una vez más la muerte, como ya lo había hecho en ocasiones anteriores. Confié en que a mi regreso a Cuba lo volvería a ver, pero así no lo quiso el destino.
Mi amistad con Luis se remonta al año 2005. Entonces ya me había leído algunos de sus libros. Por él conocí los Secretos de Generales, las actuaciones de Los Disidentes devenidos en agentes secretos de la Seguridad Cubana y que estar vivo era el mayor mérito de Fidel. Hablé con Luis por vez primera en las Oficinas Adjuntas del Consejo de Estado entre editores, correctores y diseñadores de sus obras. Allí lo veía, preocupado por el más mínimo detalle de las historias que contaba. Después me regaló en una Feria del Libro de La Habana la nueva edición de su libro “Los que se fueron” y “Los que se quedaron”. Más tarde leí Así es Fidel, Chávez nuestro, La Caravana de la Libertad y otros.
Entonces yo tenía 20 años, y Luis más de 65. Me iniciaba en el periodismo, y él ya era todo un consagrado en el oficio de la palabra y la escritura. Un día en su casa, sentados en el despacho donde nacieron tantas historias publicadas y otras que tal vez nunca se editen, me invitó a escribir con él un libro de entrevistas a dirigentes estudiantiles, historiadores y políticos cubanos vinculados a la Federación Estudiantil Universitaria. Y así empezamos a perfilar los cuestionarios, y él a contarme detalles poco conocidos de esos tiempos pasados.
Por Luis conocí a Liborio Noval, el fotógrafo que nos acompañó en aquel empeño de escribir un libro juntos; también a Juan Nuiry Sánchez, el veterano luchador clandestino, guerrillero, e intelectual que después de aquellos diálogos se convirtiera en mi mejor amigo, a Alfredo Guevara, José Rebellón y muchos otros ex dirigentes estudiantiles. Gracias a aquella idea de Luis está listo para imprenta Tiempos de Definiciones…
De Luis Báez aprendí mucho, sobre todo a darle valor a todo tipo de información y buscarla por todas las fuentes posibles, y hasta por las imposibles. Aunque tituló uno de sus 30 libros Preguntas Indiscretas, me decía que indiscretas no eran las preguntas, sino las respuestas. También me enseñó que la noticia puede estar en cualquier parte, pero hay que ir tras ella.
Ya de reportero en la televisión conozco a otros amigos de Luis, entre ellos el camarógrafo Antonio Gómez, Loquillo con quien recorrió el mundo tras los pasos de Fidel. Junto al Loco lo entrevisté en varias ocasiones. En una nos contó sus recuerdos de los días en que fue corresponsal de guerra durante la invasión a Girón, y en otra habló de su amistad con Hugo Chávez, exactamente al día siguiente del fallecimiento del presidente venezolano. Ese día Luis estaba triste, muy triste por la muerte del amigo.
Siempre que veía en los noticieros uno de mis reportajes o crónicas que le gustara me llamaba a la casa, y si no le parecía bien me aconsejaba o recomendaba otras aristas del tema. Cuando hablábamos no dejaba de preguntar. Lo hacía con el único fin de tener mucha, pero mucha información. Cuentan que ello era práctica recurrente con todos sus interlocutores. Él lo sabía todo o casi todo, pero nunca revelaba la fuente. Decía que un buen periodista no “quema” a quien le ofrece información.
Pero Luis siempre hablaba con mucho cariño de Fidel. Me contó en más de una ocasión que en los primeros días de enero de 1959 el periódico para el cual trabajaba entonces, lo envió a la ciudad de Santa Clara para que esperara allí la Caravana de Rebeldes, que viajaban victoriosos a La Habana. Y allí se unió a Fidel hasta siempre. En ese mismo mes, acompañó al líder guerrillero a Caracas, en la primera visita al exterior después del triunfo de la Revolución. Era este el inicio de sus cientos de viajes al extranjero como periodista junto al Comandante en Jefe. Historias que también nos dejó escritas en el volumen Fidel por el mundo.
Y ahora desde Venezuela vuelvo a ver a Luis, pero en la pantalla de la televisión cubana, en las imágenes de una crónica donde el periodista Boris Fuentes honra su memoria. En la voz de Luis, escuché de nuevo que su más alto honor en la vida fue conocer a Fidel y Raúl, y su mayor sueño – nunca cumplido por la imposibilidad lógica - era presenciar una conversación entre José Martí y Fidel Castro.
Contar con la amistad de Luis ha sido uno de mis mayores honores. No se me olvidaran sus consejos y críticas de experimentado periodista.
La última vez que lo vi fue acompañado por uno de sus hijos en los pasillos del Hotel Nacional, histórico lugar al que también le escribiera un libro. Pero no se me olvida tampoco cuando por teléfono nos despedimos unos días antes de mi viaje a Venezuela y me aseguró que esta sería una excelente experiencia en lo profesional y personal. Sin saberlo sería aquella la última de las tantas conversaciones con Luis. Entonces tampoco imaginé que ocho meses después escribiría mis recuerdos del maestro en una tarde gris de Caracas, mientras en La Habana familiares, amigos y colegas lo despedían.
Y desde esa Habana que vio nacer a Luis hace 78 años me llega el aliento de muchos, entre ellos el de Mariuska Díaz, presentadora de la televisión cubana y vecina de Luis, y el mensaje alentador de la amiga Daily Sánchez Lemus cuando me escribe: “Las primeras flores que tuvo Luis fueron las nuestras...le puse en la cabecera una pucha de bugambilias acabaditas de cortar de un árbol del camino..........luego empezaron a llegar las coronas hermosas, pero las flores que le puse en tu nombre y en el mío, aún estaban allí........Katiuska y El Loco te mandan un abrazo… “. Y desde este lado de la costa del Caribe, las gracias a Daily por llevarme en sus recuerdos hasta Luis, no para despedirlo sino para decirle hasta pronto amigo.
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