Por: César Gómez Chacón
“¡Increíble, hace rato que no lloraba tanto ni tan seguido!”, me decía por estos días uno de esos buenos amigos que irradian alegría por los cuatro costados, uno de esos cubanos cien por ciento, que aún en los momentos mas difíciles (que a veces vienen demasiado seguidos) siempre le saca lasca a lo adverso y te pone a reír de tu propia (o de su propia) desgracia. Con los ojos también nublados, sólo atiné a darle un abrazo, mientras en el escenario Silvio y los cinco entonaban El Necio y por la pantalla Adriana igual se secaba las lágrimas.
“Estamos viviendo horas tremendas”, me escribió por correo otro amigo: intelectual, jodedor y dirigente cubano, que es una mezcla poderosísima en estos tiempos. Mientras Daily, una ex-alumna que es hoy mucho mejor periodista que su profesor, no cesa de colgar fotos de los Cinco y toda su (nuestra) alegría en la red, y en su blog que lleva por nombre “Patria y amor”, otra mezcla imprescindible.
Y sí que estamos alegres los cubanos en este fin de 2014. Y uno piensa que la alegría es algo que no debiera explicarse. Sin embargo, tal pareciese, a juzgar por todo lo que se publica más por “ahí”, que por “aquí”, que en Cuba estamos la inmensa mayoría celebrando, llorando y cantando desde el 17 de diciembre, porque se ha anunciado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
La verdad, la más pura verdad, y no me van a dejar mentir los más de once millones de compatriotas, es que si restituir las relaciones con el Gobierno norteamericano es una excelente noticia, pero el regreso de los tres hermanos que completaba el fin de la agonía de los CINCO, y de todo un pueblo que no los concebía en prisión ni por un mes y mucho menos por 16 demasiados largos años, es la verdadera noticia y el gran gozo que hemos estado y seguiremos festejando.
Y trato de explicármelo de manera muy simple: después de medio siglo de hostilidad, y porque uno no pide limosnas a quien te tiene agarrado por el cuello, pocos en Cuba pensábamos, y mucho menos con añoranza, acerca del acercamiento diplomático con los Estados Unidos. Lo único que exigíamos (y no implorábamos) a nuestros vecinos del Norte era respeto a nuestra soberanía y autodeterminación; y el cese de amenazas y agresiones de todo tipo, que se prolongaron por más de cinco décadas.
A diferencia, el regreso de los Cinco héroes, desde que se supo de sus absurdas condenas, era esperanza, añoranza, y exigencia de justicia diaria, porque cada minuto que permanecían presos era un insulto al sentido común. Y aquel “!Volverán!”de Fidel resonaba en nuestros oídos como profecía y convicción a la vez.
Así que aquella mañana más larga del mundo, la del 17 de diciembre de 2014, millones de cubanos y seres buenos de todo el planeta sólo esperábamos el anuncio, al menos, del posible regreso de nuestros héroes. Por eso saltamos de alegría, nos abrazamos y lloramos de emoción con la noticia de que ya estaban en nuestro suelo, porque era la confirmación, una vez más, de que las ideas (aún desde el fondo de una celda), la firmeza y el amor de todo un pueblo volvían a triunfar sobre la soberbia y la injusticia.
Lo del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con EEUU, informado por Raúl seguidamente, y confirmado por un Obama que nos sorprendió gratamente a los cubanos de este lado, fue apenas la reafirmación de algo que debía suceder de cualquier manera, más tarde o más temprano, porque caería por su propio peso, también el de la justicia sobre el oprobio.
Celebraríamos hoy, más que todo, lo que pudiera ser el inicio de una nueva etapa de distensión, de cordura y de tranquilidad a ambos lados del Estrecho de la Florida, porque el principal problema, la garra que nos aprieta el cuello, sigue ahí, y por eso bienvenidas también todas las medidas que el ejecutivo norteamericano pueda implementar para suavizar el bloqueo, hasta que el Congreso desenrede el absurdo entramado que entretejió durante años. Sería el mismo carril por el que deberá transitar la Ley de Ajuste Cubano, que tantos amigos, conocidos y compatriotas nos arrebató durante estos años.
Habrá que esperar, habrá incluso nuevamente que esperanzarse. Confiar una vez más en nuestro gobierno y en esos excelentes diplomáticos, anónimos en su mayoría, mujeres y hombres, algunos muy jóvenes, y otros con la experiencia vívida de Roa, Alarcón y muchos más… que durante años han trabajado en pos de lo que hoy festejamos, y seguirán haciéndolo ahora con renovado entusiasmo.
Tal vez si de explicar la alegría o las lagrimas se trate, y aunque no haga falta, se me antoja por estos días repetir otra de esas melodías que, a partir de unos versos de Mario Benedetti, de su cuaderno "Canciones del desexilio", de 1983, hizo famosa Juan Carlos Baglietto y luego en Cuba nos las cantó mil veces emocionada esa gorda querida que responde el nombre de Sara González. Ella y ellos, el tiempo y la historia, nos dan las respuestas.
Aquí les va
“Por qué cantamos” hoy también:
Si cada hora vino con su muerte,
si el tiempo era una cueva de ladrones,
los aires ya no son tan buenos aires,
la vida nada más que un blanco móvil
y usted preguntará por qué cantamos...
Si los nuestros quedaron sin abrazo,
la patria casi muerta de tristeza,
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que estallara la vergüenza
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque el río está sonando,
y cuando el río suena suena el río.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.
Si fuimos lejos como un horizonte,
si aquí quedaron árboles y cielo,
si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta...
Si cada hora vino con su muerte,
si el tiempo era una cueva de ladrones,
los aires ya no son tan buenos aires,
la vida nada más que un blanco móvil
y usted preguntará por qué cantamos...
Si los nuestros quedaron sin abrazo,
la patria casi muerta de tristeza,
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que estallara la vergüenza
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque el río está sonando,
y cuando el río suena suena el río.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.
Si fuimos lejos como un horizonte,
si aquí quedaron árboles y cielo,
si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta...
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