Salí de la Redacción deportiva rumbo a la Universidad, a ver si podía ver de cerca a Fidel, que ese día iba a hablar en el Aula Magna recordando los 60 años de su ingreso a la Colina. Éramos un mar de estudiantes esperándolo en nuestro día. El recinto estaba repleto y desde fuera esperábamos ansiosos. Hasta que llegó.
Todos nos revolvimos. Queríamos llegar hasta él, tocarle la mano, saludarle.... Los que pudieron estar delante lo lograron... Yo estaba como a 20 metros intentando avanzar, forcejeando incluso entre compañeros...pero nada....la figura verde olivo entre aquellos jóvenes resaltaba feliz... Me quedé allí...es lo más cerca que lo he tenido físicamente.....fue todo en cuestiones de pocos minutos hasta que entró al Aula Magna. Salí entonces corriendo para el ICRT de nuevo a ver el acto por la televisión. Iba molesta conmigo misma pues si hubiera estado antes, hubiera reducido aquella distancia entre los dos, y quizás hasta hubiera alcanzado su mano.... "Qué suerte la mía...". Pero ya no había otra cosa que hacer, y había que oírlo porque -como dijo Camilo- cuando habla Fidel, lo primero que debe hacer un revolucionario es escucharlo....
Llegué entonces a la redacción y me senté frente al televisor. El discurso fue como todos los suyos: cargado de emoción y lecciones.....Un argumento estremeció la tarde noche:
"Les hice una pregunta, compañeros estudiantes, que no he olvidado, ni mucho menos, y pretendo que ustedes no la olviden nunca, pero es la pregunta que dejo ahí ante las experiencias históricas que se han conocido, y les pido a todos, sin excepción, que reflexionen: ¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos." (...)
Y nos respondía a todos, en medio de análisis profundo y directo: "Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos ( el imperialismo); nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra".
El discurso entró en la Historia como la lección más profunda que dio el líder a las generaciones continuadoras que cuidarán la Revolución y la soberanía de la patria.
"Son las ideas las que nos unen, son las ideas las que nos hacen pueblo combatiente, son las ideas las que nos hacen, ya no solo individualmente, sino colectivamente, revolucionarios, y es entonces cuando se une la fuerza de todos, cuando un pueblo no puede ser jamás vencido y cuando el número de ideas es mucho mayor; cuando el número de ideas y de valores que se defienden se multiplican, mucho menos puede un pueblo ser vencido."
Por eso el cierre fue como siempre optimista y llamando al combate eterno por la causas nobles de todo el planeta:
"Es muy justo luchar por eso, y por eso debemos emplear todas nuestras energías, todos nuestros esfuerzos, todo nuestro tiempo para poder decir en la voz de millones o de cientos o de miles de millones: ¡Vale la pena haber nacido! ¡Vale la pena haber vivido!"
Hace 15 años de aquel encuentro que hoy sigue mostrando caminos y palpitando en la vida de quienes somos estudiantes eternos en el camino de la Revolución.
Por eso el cierre fue como siempre optimista y llamando al combate eterno por la causas nobles de todo el planeta:
"Es muy justo luchar por eso, y por eso debemos emplear todas nuestras energías, todos nuestros esfuerzos, todo nuestro tiempo para poder decir en la voz de millones o de cientos o de miles de millones: ¡Vale la pena haber nacido! ¡Vale la pena haber vivido!"
Hace 15 años de aquel encuentro que hoy sigue mostrando caminos y palpitando en la vida de quienes somos estudiantes eternos en el camino de la Revolución.
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