3 de diciembre de 2016
El acto
El día 3 entraba Fidel a Santiago de Cuba. Tempranito como siempre salimos rumbo al centro de la ciudad. Había que revisar cada detalle para la transmisión del recorrido. Faltaban algunas horas, pero nada podía fallar. Cada cámara en su puesto, con su camarógrafo, los periodistas ubicados ya. La intensidad de ese día radicaba en el recorrido de la caravana, luego el acto de la noche y amaneciendo día siguiente, la ceremonia de inhumación. Cuando arrancara, nada paraba hasta el cierre de la transmisión del día 4 de diciembre. Revisión del guión, ensayos mentales sobre la toma más útil, la más abarcadora… Así estuvimos al tanto de la graficación de la Marcha del 26 de Julio, que cerraba el acto de la noche, y que Migueles, -el Chichi o el Miliciano- mandaría desde La Habana. Así la revisamos una y otra vez y se cambió cuanto fuese preciso para que cada plano quedara en el sitio exacto. La llevamos al camión. Hubo quien había olvidado medicinas para “el azúcar” y aparecieron desde La Habana a la velocidad de las circunstancias…todo el mundo tenía que estar entero para esas dos jornadas. Todo había quedado hermoso para Fidel y nos tocaba el cierre. Así acompañé a Rene a Tele Turquino. Allí él sería el director que recibía las señales de los diferentes puntos y las mandaba a la Revista especial de la televisión nacional. Al lado, en un teléfono, me mantuve al habla con Pilar, la directora de la Revista en el sistema Informativo, para ir previniendo. Llegó la Caravana, un poco antes de lo esperado, pero todos estábamos listos. Yo no sé si alguien más lo recuerda o si era yo con la vista empañada, pero puedo asegurar que lloviznó, rápido… sin mojar apenas… cuando entraba la caravana. Allí empezó todo lo que de momento parecía una gran locura y una gran presión, pero el trabajo del día anterior daba sus frutos… Así la Duaba empezó el camino, luego la cámara del edificio altísimo…y así…..y en cada enlace desde la televisión nacional se iba describiendo… había que llegar al parque Céspedes… Fue Olga Lidia quien entregó la señal última a Ferguson, que estaba en el Parque Céspedes, para la parada oficial de la caravana, donde se escuchó la voz de Fidel agradeciendo a la ciudad heroica. En la Plaza de Marte hubo poemas y desde allí los muchachos de Lía Estudio hacían lo suyo para que la señal fuera con calidad.….Un momento especial fue cuando el Jefe pasó delante del Moncada, de la posta 3, que si se detuvo el motor, que si no, solo lo sabe la historia…pero el paso de Fidel por el Moncada fue un momento demasiado intenso que sobrepasó cualquier detalle… Por cada calle que pasó la caravana el pueblo estaba desbordado con todas sus emociones… Todo cerró con el avance hacia la Plaza Antonio Maceo, donde estaría hasta el día 4, y donde nosotros estaríamos también esa noche para el acto con Raúl. Rene y yo salimos locos de aquella trasmisión, inconformes porque creímos que no había quedado todo lo bien que deseábamos, pero luego entendimos que la emoción del momento exige tranquilidad, sabemos que las trasmisiones en vivo son así, que todo se ensaya pero la puesta final puede ser una sorpresa, sumando a todo ello la confluencia de tecnologías diferentes que debían enlazarse en un switcher que requería más, y solo con la voluntad de los trabajadores de Tele Turquino fue posible lograrlo. Días después, al verlo en la televisión, nos sentimos tranquilos… Fuimos caminando desde el Moncada a la Plaza. Allí esperamos, -en todo tipo de tareas de aseguramiento- a que iniciara el acto de la noche.
A partir de las 4 ó 5 de la tarde comenzaron a llegar a la Plaza muchas personas. Allí sentados en las áreas de los alrededores esperaron hasta la noche. Salimos a tomarnos un buen batido de mamey antes de que todo comenzara. Fue oscureciendo. Cayó la noche. Almeida iluminaba la Plaza. Maceo estaba más imponente que nunca. Allí, a escasos metros de nosotros, estaba Fidel, resguardado por el Titán. Los invitados llegaban, iban ocupando asientos. La prensa se ubicaba. Las canciones en la pantalla inmensa iban dotando de una mística aquel momento. Recuerdo que saludé a Douglas, mi amigo, pues coincidimos allí y fue una alegría tremenda vernos, en medio de aquella tristeza. Antes de que ya hubiera que subir al camión de remoto, nos quedamos un poco más para respirar Santiago de noche, sus luces, el cartel luminoso de Fidel…. Y Raidel, aquel muchacho que se había unido al grupo de remoto poco tiempo antes, me dijo mirando a la muchedumbre: “ahora yo sí entiendo a mi abuelo, de por qué yo tenía que venir a Santiago para entender muchas cosas…”. Raidel es nieto del artemiseño que salvó a Fidel cuando el asalto al Moncada. Supe desde ese día que seríamos muy buenos amigos. Y así fue.
Poco antes de iniciar el acto, todos subimos al camión. Rene al lado de Danylo. Jair cerca también con la gráfica, Frandy al tanto de la grabación, Anthony velando por todo, Mayito Canals… todos… Silencio absoluto. Siete de la noche. Comenzaba. La noche en Santiago era como la de La Habana el 29 de noviembre anterior…Impresionaba todo. Cada orador dedicó sus palabras a Fidel y al pueblo, las banderitas cubanas ondeaban, los amigos estaban impresionados, Maceo escuchaba, Almeida… Y el Comandante. El guion lo íbamos revisando y se cumplía poco a poco, paso a paso, y sin un desliz por parte del director que estaba “ponchando”. Él estaba ante el acto más difícil de su vida, no solo en lo profesional, sino por la cercanía que siempre tuvo con el Gigante. Él no se iba a permitir “ningún wild pitch” y menos en ese desafío.
Comenzó a hablar Raúl, en uno de los discursos más conmovedores de su vida, me atrevo a escribir. Todos escuchábamos, callados, hasta que las emociones volvieron a romper, con la frase de Maceo: “quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. Supimos que iba a terminar. Todos se ponen de pie en la Plaza y se oye el llamado a su hermano que se debe haber escuchado allá en el Turquino, en Las Mercedes, en Cinco Palmas, en Tuxpan, en Birán: “FIDEL, FIDEL: HASTA LA VICTORIA….” Y del pueblo retumbó el “SIEMPRE”…
Yo nunca voy a olvidar la voz de Raúl en ese instante. Nunca. El pueblo aplaudió enfebrecidamente, gritó consignas, mientras se rodaba la Marcha del 26 en la pantalla gigante...El acto había terminado. La sensación de vacío, de que ya…eso era todo, o que era casi todo lo que faltaba, que estábamos a punto de terminar lo que no hubiéramos querido nunca, y a la vez, la posibilidad de estar allí cerca suyo. Volví a llorar, mucho. Nos abrazamos todos dentro del camión. Nos hacía falta. De La Habana, emocionados, también llamaron.
Pero no, no había tiempo para llantos. Había que desmontar y arrancar para Santa Ifigenia, a dejar todo listo para el amanecer siguiente, el paso final de varios días de preparación. Y así fue. La primera hora del 4 de diciembre de 2016 nos recibió en el cementerio, entre cables, cámaras y gente buena que ayudaba en todo. Estábamos con la Duaba a la derecha hacia atrás, cuando una se para frente a Santa Ifigenia. Raidel llevaba cables para aquí y para allá… La piedra estaba allí…esperando…
Cuando se terminó, salimos al hotel a darnos un baño, comer algo y regresar. Ese día no dormimos…ni aunque hubiéramos querido, podíamos dormir.
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