Para comenzar a hablar del béisbol y su rol en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, es preciso comenzar hablando, de manera general, del vínculo cultural entre ambas naciones, que tiene raíces que surgieron cuando la nacionalidad cubana se formaba y consolidaba. Así se introdujeron frases, estilos de vida, prácticas deportivas, como ha escrito el prestigioso intelectual Rafael Hernández en su compilación Mirar el Niágara: Huellas culturales entre Cuba y los Estados Unidos sobre este tema:
Desde las orquestas tipo jazz band de Mario Romeu y Benny Moré hasta la pasión por el béisbol, la asimilación de los elementos norteamericanos al metabolismo de la identidad nacional se había encargado de producir objetos culturales novedosos. El sincretismo o la transculturación propios del proceso histórico cubano parecería haber sido --de ser aún-- capaz de procesarlo todo, como un gran aparato digestivo, que lograra al final una consanguinidad no por homogeneizadora menos distinguible.
Pero, por otra parte, existe un diferendo cuya historia se remonta siglos atrás, cuando ya con pretensiones de imperio Estados Unidos miraba a la isla con ambición por su interés geopolítico en la zona. Muchos años de espera y preparación para luego intervenir en el momento adecuado en la guerra que había organizado José Martí, así como la conveniencia de sectores de poder económico de quedar bajo la protección norteamericana, propiciaron que el surgimiento de la República de Cuba estuviera “enmendado” por la propuesta de Orville Platt. Nos ataba aquella Enmienda a los intereses de Estados Unidos y pasarían así, entre gobiernos serviles, corruptos, dictaduras, revoluciones frustradas y antiimperialismo creciente, los primeros 50 años de la República que nació el 20 de mayo de 1902. El propio Rafael Hernández señala en la obra citada:
Afuera, en las calles, entre hoteles que se llamaban Hilton y Capri, el mundo del consumo establecía patrones estrictamente norteamericanos. El mercado de entonces, en su alcance saturador, servía de vehículo a otros objetos del diseño norteamericano con las etiquetas de Chevrolet, De Soto, Chesterfield, Pepsi Cola, Ironbeer, Corn Flakes, International Harvester, RCA Victor, Listerine, Texaco,Disney, etcétera, familiares en cualquier caserío remoto del país. Los miles de norteamericanos que se trasladaban cada año a la Isla se podían sentir casi como en su casa. El mercado norteamericano había penetrado con su cultura en los hogares y las costumbres de los cubanos, quizás más que en ninguna otra nación de América Latina.
Estados Unidos subestimó a los cubanos y no se perdona haber perdido su dominio sobre la Mayor de las Antillas, por razones que el destacado profesor a continuación describe:
Cuba era un país accesible geográfica y económicamente para los norteamericanos, una isla en la Corriente del Golfo, un sitio de aventura y hasta de cierta perdición, donde "darle vacaciones a la conciencia", pero también era una especie de patria del buen salvaje, un Tahití cercano, donde nada malo podría pasar, ya que estaba ligada a los Estados Unidos por nexos como los de "la reciprocidad", el "Buen Vecino", la "relación especial" y demás papeles de regalo. Estrictamente hablando, Cuba era --y en cierta medida sigue siendo-- un lugar histórico norteamericano, donde se hundió ominosamente el "Maine", donde está la Loma de San Juan, y se cubrieron de gloria los rough riders los veteranos de Guantánamo --o Gitmo, como le llaman ellos--, donde se encuentra Bay of Pigs y ocurrió The Missile Crisis en 1962, etcétera. También es un referente cultural de primera magnitud, pues es el sitio donde nacieron mitos como Desi Arnaz, tótems de la cultura americano-latina como Pérez Prado, Mario Bauzá o Celia Cruz, héroes deportivos como Orestes Miñoso y Kid Chocolate; donde pescaba el Viejo de The Old Man and the Sea.
Para los cubanos también existen nexos imborrables que ayudaron a conformar la nacionalidad, como los sitios donde José Martí y los tabaqueros del Partido Revolucionario Cubano vivieron y gestaron la Cuba Libre, con la organización de la Guerra Necesaria; allí se exiliaron además revolucionarios en el siglo XX; y en la actualidad, es el lugar donde viven muchos cubanos; unos pertenecientes al sector más radical y contrarrevolucionario –artífice de las más disímiles agresiones- y otros, que apuestan por la normalización de las relaciones entre ambos países.
Desde el punto de vista cultural, mantener “lo cubano” ha sido empeño de hace muchas décadas. Un ejemplo lo es José Antonio Saco, una de las figuras más interesantes de la Historia de la Cuba colonial, un antianexionista ferviente, sobre todo por las consecuencias culturales que sabía traería una anexión de Cuba a Estados Unidos. Su lucha era, ante todo, por salvar “lo cubano”, en franca demostración de una nacionalidad que ya había nacido y se consolidaba por entonces. Más adelante, el conocimiento acumulado sobre la sociedad y la cultura norteamericanas, sirvió para que nuestro Héroe Nacional definiera un marcado carácter antiimperialista en la conciencia del las futuras generaciones que tuvieron acceso a su obra, entre ellos, el propio Fidel, quien encabezaría la revolución que triunfó y ha tenido que enfrentar ataques de todo tipo por soberana y estar contra todo tipo de coloniaje.
Y así, como parte y resultado del vínculo cultural con Estados Unidos, aparece el béisbol en la vida de los cubanos, en la segunda mitad del siglo XIX.. Su llegada a nuestro país y su desarrollo están imbricados con el proceso de formación de la identidad cubana. Y es ese un interesante punto de contacto entre ambas culturas, pues una práctica nacida en los propios Estados Unidos se convirtió rápidamente en el deporte nacional de Cuba.
En la segunda década del siglo XIX, para quienes vivían en Cuba, aquel era el país bandera de la libertad, democracia y desarrollo. Por esa razón, jóvenes de familias adineradas iban a Estados Unidos a estudiar y de allí venían con la formación de los colegios norteamericanos, trayendo en sus equipajes y mentes un poco de aquella cultura norteña que se adaptaba luego a las peculiaridades de nuestro país.
Así vinieron en un maletín el primer guante y el primer bate para jugar béisbol. Y así nació el camino de una disciplina deportiva que creció también y tomó fuerza como respuesta de la nueva generación que habitaba Cuba en abierto desafío a la cultura de la metrópoli. El béisbol, traído de la conocida entonces como nación de la libertad, se contraponía a las corridas de toros, y retaba así al poder colonial de España. Cierro con esta anécdota que cita el Doctor Félix Julio Alfonso en Apología del Béisbol, como evidencia de la significación cultural de la entrada del béisbol y lo que representó, en su momento, para el colonialismo.
El 25 de abril de 1885 había sido inaugurada una gran plaza de toros en la céntrica calle de San Juan Bautista (hoy Luis Estévez), a lo que se opusieron numerosos cubanos de la villa, quienes después de una campaña para recolectar fondos, inauguraron el 4 de diciembre de 1888 una flamante glorieta de béisbol, a la que pusieron por nombre “Boulanger Park”. Estrenado con un partido entre los dos clubes de blancos de la localidad: “Bélico” y “Villaclara”, el nuevo espacio deportivo pronto superó en popularidad y asistencia a la plaza de toros, al punto que hoy ha sido olvidada por la memoria popular de los villaclareños.
(Continuará)
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