martes, 29 de septiembre de 2020

¿En 3 y 2 siempre? (III)


Una vez en Cuba, el béisbol se hizo cubano. Y lo cubano se creció con el béisbol, porque este le aportó elementos al lenguaje, le proporcionó un entretenimiento y luego campeonatos profesionales y amateurs que fueron las notas más importantes de las publicaciones deportivas, con lo cual se iba tejiendo una parte de la sociedad. Así lo ha escrito el periodista Joel García:

"Hay pocos países en el mundo donde el béisbol no es un deporte, es parte inseparable y reparadora de la cultura. (...) El nacimiento del béisbol -para los cubanos simplemente la pelota- se fija por la mayoría de los especialistas en 1845, cuando Alexander J. Cartwright, fundó en Nueva York, Estados Unidos, el club Knickerbocker. La rápida extensión a las naciones vecinas llegó a través de múltiples vías, pero las más directas en nuestro caso fueron los marinos estadounidenses y los jóvenes adinerados que estudiaban en tierra norteña. La pelota en Cuba pasó rápidamente de campeonatos y estadísticas a formar parte esencial de la cultura nacional. El surgimiento de jugadores-ídolos, la extensión familiar de sus códigos, prácticas y emociones, así como el amplio impacto sociocultural de cada triunfo local, nacional e internacional volvieron a este deporte en un elemento inseparable de nuestra identidad, como uno de sus símbolos más preciados. "

Félix Julio Alfonso López, en su obra Apología del béisbol, aborda estos temas con profundidad y como pocos especialistas en las ciencias sociales. Este autor demuestra que, por tal motivo, estudiar al béisbol como parte de nuestra identidad, implica reconocer obligatoriamente las marcas culturales que nos llegan desde los Estados Unidos. 

"En pocos países como Cuba un culto deportivo, en este caso el béisbol, ha servido como referente de la identidad nacional, pero está claro que esto no fue así desde un principio, y tal identidad sólo tenía sentido para un grupo urbano, blanco y culto de la sociedad criolla, pues se necesitaba tiempo libre, capacidades físicas y  recursos económicos para jugar pelota. Sin embargo, y a pesar de su marcado carácter de élites inicial, muy al estilo británico, no es difícil percatarse de que el béisbol, y toda la maquinaria de clubes, asociaciones y torneos que promovió fue, junto con el ideal independentista, el modernismo decadente en literatura, el surgimiento de una sociedad civil y de  partidos políticos organizados, uno de los rasgos más acusados de la modernidad en la Cuba del último tercio del siglo XIX. "

Antes de 1959, amateurismo y profesionalismo también se debatían, solo que en aquellos tiempos, el amateurismo surgió como exclusivo de las élites y le era vedado a las mayorías; mientras el profesionalismo era el sustento de muchos que no tenían acceso a esos equipos por su clase social o el color de su piel, y porque además, ser profesional era un medio de ganarse la vida. Lo más llamativo es que aquel amateurismo que comenzó siendo una práctica de élites, se convirtió en un fenómeno cultural de las masas, pues era seguido por toda la afición a pesar de que gran parte estaba limitada de participar en él. Desde el punto de vista historiográfico, la impronta del triunfo de la Revolución Cubana en el deporte y los logros de una práctica que fuese derecho de todos y se alejase del profesionalismo, es legitimada por méritos propios: su filosofía popular, incluyente y que lleva las banderas de la mente sana en el cuerpo sano.

Mirar el deporte como parte indiscutible de la sociedad y a la vez reproductor de todo cuanto en ella acontece, no es más que la ratificación de la frase del gran sociólogo del deporte Norbert Elías, cuando dijo que "los estudios del deporte que no son estudios de la sociedad, son estudios fuera de contexto".  Es precisamente Elías quien marca el camino en este tipo de estudios socioculturales del deporte y su alumno y colaborador -eminente también en la sociología del deporte- Eric Dunning, prosigue y enriquece la labor con la compilación de los artículos de ambos en libros que son referencia obligada para cualquier investigación relacionada con el deporte. Sobre esta misma temática, Pierre Bordieu refirió: 

"La constitución de un campo de las prácticas deportivas va unida a una elaboración de una filosofía del deporte, que es una filosofía política del deporte. Como dimensión de una filosofía aristocrática, la teoría del amateurismo hace del deporte una práctica desinteresada, semejante a la actividad artística, pero más adaptada a la afirmación de las virtudes de los futuros jefes: el deporte se concibe como una escuela de valentía y de virilidad, capaz de 'formar el carácter' y de inculcar la  'voluntad de vencer' que define a los verdaderos jefes, pero una voluntad de vencer según las reglas: es el fair play, una disposición caballerosa totalmente opuesta a la búsqueda vulgar de la victoria a cualquier precio. "   

Una de las maneras más interesantes en la que Norbert Elias y Eric Dunning abordan el deporte con una mirada histórico-social, es la vinculación directa con el proceso de civilización. Así, en sus ensayos refieren los temas no solo del origen del deporte en tiempos en los que la violencia amainaba en países como Inglaterra, sino su vinculación con temas como el género y la emoción, ya sea en la masa o de manera individual. En ese sentido, el artículo Kant y las barras bravas, de Hans Ulrich Gumbrecht, plantea:

"(...) el decir que estar en un acontecimiento deportivo es un destape para la violencia o que a los que tienen tendencia a perder en lo cotidiano les gusta identificarse  con equipos que ganan. Ese tipo de afirmaciones me resultaban bastante obvias y banales. Además por una cuestión de auto respeto me decía que las razones de la fascinación con el deporte debían ser otras. "

Pero también el deporte en la era moderna, en su surgimiento ya organizado con reglas y federaciones, pasó a ser un campo en el que los países medían sus fuerzas. Avanzado ya el proceso de civilización, a decir de los sociólogos, el enfrentamiento deportivo era una especie de sustituto del enfrentamiento bélico; y ello se comprueba con la creciente ansiedad de las potencias económicas y políticas mundiales en dominar también las grandes citas multideportivas para demostrar su poderío.

Con ese trasfondo sociocultural del que no escapa el béisbol, podemos ver el inicio de la actitud de confrontación entre equipos cubanos y estadounidenses que rebasaban la rivalidad deportiva, pues en esa práctica de reflejaba la frustración de una nación con su situación política.

En 1902, por ejemplo, existían en Santiago de Cuba dos equipos principales de pelota, protagonistas de encarnizados enfrentamientos. Sin embargo, cuando se medían con una novena estadounidense, se unían ambos y el clamor era contra el "equipo yanqui" que representaba al país que intervino militarmente y frustró la verdadera independencia de Cuba. La percepción de los norteamericanos en Cuba cambió desde entonces, y así comenzó esa historia de rivalidad político-deportiva.

"Paralelo a la rivalidad entre Cuba y Central, se fue desarrollando en Santiago otra entre los clubes criollos y sus similares norteños, dispersos en la ciudad y localidades aledañas. Sería ingenuo no ver en estos enfrentamientos una clara expresión de sentimientos nacionalistas y discursos patrióticos, pues estaba muy reciente en la memoria colectiva la decisión del general Shafter, general en jefe del 5to. Cuerpo del Ejército de los Estados Unidos, de impedir en el verano de 1898  la entrada en Santiago a los soldados mambises, al mando del general Calixto García, lo que motivó una enérgica protesta del jefe holguinero."  

También por ese tiempo, en Santiago se creó la llamada Serie Combinada, un torneo que enfrentaba a los clubes Cuba y Central contra los estadounidenses San Luis, Ingenieros y Gastón. Pero los acentos nacionalistas del béisbol también se ven en hechos como el juego de los clubes Cuba y Central en el cuartel Reina Mercedes, y el producto de sus entradas se destinó  a una colecta de fondos para festejar al recién electo presidente Estrada Palma. 

"El simbolismo político de este  evento es de una densidad extraordinaria, pues se trataba del juego norteamericano, el deporte de los interventores, pero jugado por peloteros cubanos, de ideas independentistas en su mayoría, en un terreno vinculado hasta fecha reciente a la opresión colonial, con el objetivo de celebrar al primer presidente republicano."

En 1902, los integrantes de Cuba y Central adoptaron los nombres de Veteranos y Reserva para recaudar fondos destinados a los veteranos de Santiago de Cuba, con victoria de los "reservistas" por 9 a 6 y recaudación de 136 pesos. Estas son claras muestras del cambio de percepción hacia Estados Unidos, materializadas en juegos de pelota. Con total certeza, los partidos contra equipos del ejército norteamericano, o entre cubanos, fortalecían el  imaginario patriótico y nacionalista de un país que nacía de una sangrienta guerra popular contra el colonialismo español, y a partir de 1902 trató de hacerse su camino amenazado por un imperio "vecino". 

En 1962 el contexto para los cubanos cambió por variables internas y externas: desde 1959 la propia Revolución había ido marcando su camino con las nacionalizaciones, Campaña de Alfabetización, Reforma Agraria, movilización y emancipación de sectores de la población...todo lo que lleva en sí el proceso revolucionario sacudiendo estructuras y consolidando su arsenal ideológico. A lo externo -pero de repercusión directa en lo interno- venían entonces medidas hostiles como suspensión de la cuota azucarera, agresiones armadas, bloqueo económico parcial, hasta que en febrero de 1962 se proclama un bloqueo total con la esencia de subvertir el orden en Cuba, hacer que el pueblo sufriera carencias y destruir la revolución desde dentro. Pero años más tarde tomó nuevo alcance a lo externo, y fue en 1992 cuando con la Ley Torricelli su carácter extraterritorial sancionaba a otras naciones que se relacionasen económicamente con Cuba. Todo ello ha influido en el desarrollo de la Isla como nación, ha provocado necesidades, alianzas con otras naciones - como el Campo Socialista- distantes en cultura pero que en su momento ofrecieron la ayuda y el respaldo que no tuvimos en el continente.

Es por esa razón que el bloqueo, desde su implantación en la década del 60 del pasado siglo, es esencia y motivo de muchos de los temas de la Cuba de hoy. Y aunque para algunos sea simple retórica, existe, es real y se manifiesta a lo largo y a lo ancho de toda la nación: desde el lápiz, hasta el medicamento, el implemento deportivo, o el intercambio comercial con otro país. 

El béisbol, nuestro deporte nacional, que nos vino de ellos, pasó a ser parte de nuestra nacionalidad, y ahora es también campo de enfrentamiento entre dos sistemas. O al menos ha sido así en los últimos 50 años, traspasando los límites de lo deportivo y convirtiéndose en un arma política. Aunque han tratado de rescatarse los enfrentamientos deportivos fraternales entre ambos países, la actitud del gobierno norteamericano para con Cuba se rige estrictamente por el bloqueo y se limitan esos intercambios. Sin embargo, la visión de ambas orillas ha cambiado con el contexto, y ya en Cuba se reconoce la importancia de la profesionalización y de la inserción en otras ligas para el desarrollo del deporte de alto rendimiento sin dejar a un lado nuestro sistema deportivo. Por otra parte, en Estados Unidos muchos directivos comprenden que el tema del deporte es algo que tiene que sobrepasar las barreras políticas discrepantes. Como en las artes, el deporte es un puente y puede llegar a ser un nexo importante entre ambas naciones.

Pero la actitud del gobierno de Estados Unidos trasciende incluso la buena intención de sus ciudadanos y, por ese empeño de ser hostil, Cuba ha tenido que esperar "permisos" para jugar la Serie del Caribe, y participar en calidad de invitada. Ello se sustenta en el bloqueo, que prohíbe a cualquier empresa estadounidense hacer cualquier tipo de negocios con Cuba. 

Como si fuera poco, los peloteros cubanos, que ya pueden insertarse en ligas extranjeras como parte de la actualización del modelo deportivo de la Mayor de las Antillas -aún insuficiente- no pueden jugar ni contratarse en ligas norteamericanas, a menos que renuncien a su condición de cubanos.

Hacer renunciar a un hombre a su nacionalidad por cumplir su sueño de atleta es uno de los golpes más bajos a la nación cubana, y ante el cual muchos sucumben. Ya no se trata de un capricho o una guerra de filosofías del deporte que enfrentan amateurismo con profesionalismo, sino de una ley que hostiga a un país y le golpea tanto en la economía como en su cultura. Porque cada pelotero que se va de Cuba para jugar en las Grandes Ligas, es una pérdida en la medida en que Cuba no puede contar más con su talento. Esa exigencia de renunciar a su nacionalidad es solo para cubanos, consciente el gobierno estadounidense de que poco a poco puede ir mellando en la calidad de nuestro deporte nacional. Esa es otra manera, además, de desacreditar a la Revolución Cubana, a su sistema deportivo mediante el éxodo de atletas.

Mi generación tiene como referente la confrontación entre ambas naciones en un partido de béisbol, pero no se puede entender la historia de nuestro deporte nacional sin ver los orígenes culturales comunes, como tampoco se puede entender las relaciones de Cuba y Estados Unidos sin analizar esta arista cultural que implica al deporte. 

(Continúa)

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